Desde los tiempos del Tramusser el Trinquet de Pelayo, inaugurado en agosto de 1868, ha estado considerado como la catedral de la pelota valenciana. La mayoría de las figuras que en él se han anunciado procedían de comarcas diversas del territorio valenciano. Surgidos en sus entrañas, formados en sus paredes, muy escasos. El más relumbrante: Antonio Reig Ventura, «Rovellet», hijo del Rovell de Dénia, otra de las figuras de principios del siglo XX. Tras Rovellet, que mantuvo su cartel hasta principios de los años setenta, hubo de esperarse a la irrupción de Fredi, un chaval nacido en la misma calle del trinquet.

Tras él una esplendorosa generación, seguramente irrepetible: Castilla, Tati, Pastor, Grau, Solaz, Tino, Peluco, Serrano, Pedrito, Miguelin, Javi, Pedro, Víctor...una larga lista de destacadas figuras que, amigos en su niñez, tenían en Pelayo su lugar de juegos y ocio. Fueron pelotaris por generación espontánea, autodidactas. La escuela, la casa y el trinquet, donde disfrutaban de recoger pelotas por las galerías y de pelotear hasta hacerse de noche. Momento en que el entrañable Fidel se veía obligado a apagar las luces para que regresaran a casa. A veces ni con esas, tal era la pasión que mostraban por la pilota. Así comenzaron chavales como Grau que alcanzaría todos los honores a los que puede aspirar un pelotari. Grau ha entrado en la leyenda de la pelota valenciana. Sus duelos con Sarasol II marcaron una época privilegiada de este deporte. Llegó a conquistar un título individual. En la selección arrasó en europeos y mundiales. Solaz ha sido un «mitger» capaz de enfrentarse a los mejores y durante largas temporadas codearse con Grau. Y Tino, uno de los mejores «mitgers-punters» de la historia, de la talla del Xato de Museros, varias veces campeón del Bancaixa. También internacional. Los tres recibirán el merecido reconocimiento de la afición con motivo del Trofeo Mestres.