La primera fase del Mundial ha dejado varias conclusiones llamativas. Quizá la más importante, la debacle europea. Y no por el hecho de que la mitad de sus efectivos ya se encuentre en casa, sino por la calidad de los eliminados. El hecho de que España, Italia, Inglaterra y Portugal fueran eliminadas, y que lo hicieran además claramente, pone en entredicho, sobre todo, la organización del fútbol continental, los calendarios demenciales, la saturación de partidos y los métodos. Es verdad que muchos jugadores americanos juegan también en el Viejo Continente, pero, obviamente, no todos y quizá ese punto de refresco haya sido importante a la hora de marcar la pauta. Que Suiza y Grecia, por contra, sí que continúen, aumenta la contradicción y la duda en una Europa que fía sus opciones a Holanda, Alemania, Francia y Bélgica.

África ha estado bien

De los otros continentes, esos que siempre han estado uno o varios escalones por debajo, conviene destacar el éxito de la Concacaf, que ha metido a tres de sus cuatro participantes y, sobre todo, con muy buenas sensaciones. Estados Unidos ha conseguido mantener la regularidad y sigue creciendo en materia futbolística.

Por debajo, África le ha ganado claramente la partida a Asia. Con la experiencia de los futbolistas que juegan en Europa, el continente negro ha metido a dos de sus selecciones en octavos de final. Es verdad que África dejó hace mucho tiempo de ser una «maría», pero hasta ahora siempre ha dado la sensación de faltarles un punto de cohesión interna y de organización para explotar mejor el talento que tienen sus futbolistas. No sólamente pasaron Nigeria y Argelia, sino que dio la sensación de que a Ghana podía haber lo hecho. Y a Costa de Marfil se le escapó en el descuento.

Asia, por contra, no consigue remontar. Pasado su momento mágico, el del Mundial de Japón y Corea, los países del extremo oriente no consiguen dar pasos adelante, mientras que el fútbol en los países árabes tampoco está mucho mejor.

Una vez finalizad la fase de grupos, poco se puede decir como atenuante. Es una sorpresa, es verdad, que hayan pasado selecciones como Costa Rica, Grecia, Colombia, Chile... pero no se les puede poner ningún pero. Las selecciones poderosas que han caído lo han hecho sin paliativos. Ninguna de ellas se hizo acreedora de una plaza que ahora añoran. Salvo quizá el golpe de suerte de Grecia, no se puede decir que el balón haya sido injusto con nadie. Un cambio de nombres propios tampoco vienen mal para mover el mapa del fútbol.