El arreglo austro-alemán tuvo el delito de lo alevoso y lo mal disimulado, porque España y Chile hicieron algo parecido mediada la segunda parte de su partido hace cuatro años y no se organizó ninguna marimorena. Lo que hicieron unos y otros fue, sencillamente, un teatro chapucero, rematado por el impagable portero Harald Schumacher haciendo gestos obscenos al retirarse a los vestuarios del Molinón.

Aquel arreglo eclipsa el motivo por el que éste tuvo que hacerse: Argelia fue la primera selección que optaba de verdad a superar la fase de grupos de una cita mundialista. Y esto lo cimentó con el enfrentamiento ante los alemanes, en lo que fue una de las grandes sensaciones de aquel Mundial: la victoria por 1-2 ante la que era una de las grandes favoritas al título.

Jugadores con poca experiencia

Y eso que los alemanes venían avisados porque cuatro años atrás la selección de Túnez ya había conseguido empatarles a cero. La Argelia que llegó al mundial español lo hacía todavía como selección folclórica. Sus jugadores todavía no eran famosos. La globalización futbolística no había llegado y aunque algunos de sus jugadores ya hacían sus pinitos en Francia, eran más que desconocidos. En un fútbol nada conectado, poco o nada importaba que sus centrales, el gigantesco Kourichi y Mansouri, jugaran en la liga gala. Se hablaba de que los mejores eran dos hombres de ataque, un tal Belloumi y un tal Madjer, pero que no habían salido de la liga de su país. Incluso tenían un Zidane que nada tiene que ver con el Zinedine que, por entonces, era un mocoso de diez años de edad. Cuatro eliminatorias a doble partido habían necesitado para clasificarse en el grupo que jugó en Asturias (Molinón y Tartiere).

Los alemanes, por entonces federales, no hicieron demasiado caso a que, el día anterior, Camerún había empatado con Perú. El despertar africano estaba en vías. A poco de empezar la segunda mitad, Rabah Madjer adelantaba a la selección blanquiverde. Rummenigge parecía enderezar las cosas con el empate en el minuto 67. Pero un minuto y diez toques de balón después, empezando por el de saque de centro de campo, Belloumi volvía a poner en ventaja a los argelinos. Un marcador que ya no se movería a pesar de que los teutones asediaron la portería del flojito guardameta Cerbah, gol anulado y cabezazo de Hrubesch al larguero incluidos, aunque también en algunas contras los argelinos pudieron marcar el tercero.

Lógicamente, este partido ha sido refrescado en los últimos días. En la página web de la FIFA rememoró Belloumi. «Pasamos a la historia del fútbol de Argelia en nuestro debut. Fue un partido difícil porque los alemanes eran poderosos, pero peleamos duro e hicimos una actuación memorable. Después de diez pases rápidos me llegó el balón y poco después del empate alemán, batí a Schumacher, uno de los mejores porteros del mundo en ese momento».

Los errores propios

A Argelia le condenó el amaño entre alemanes y austríacos pero también sus propios errores: el flojito partido ante Austria (derrota 0-2 sin paliativos) y dejar escapar la ventaja de 3-0 que tenían ante Chile en el último partido y dejarla en 3-2. Con la diferencia de goles dejada en +2, las cosas habrían sido diferentes. En el siguiente Mundial los argelinos repitieron, pero bajaron el pistón y cayeron con facilidad ante España y Brasil.

Rabah Madjer pudo tomarse su cumplida ventaja cinco años después cuando, en la final de la Copa de Europa y defendiendo los colores del Oporto, marcó el que está considerado mejor gol de la historia de las finales, de tacón, ante el Bayern Munich. Aunque en el terreno de juego no había ninguno de los alemanes que se frotaron los ojos en el Molinón. Después jugó unos pocos partidos en Valencia.