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Adiós a un "nano" inmenso

Para todos cuantos tuvimos la fortuna de convivir con él, en esta casa, José Vicente Aleixandre era «El Nano», un entrañable apelativo que circuló, durante muchos años, por la redacción de Levante-EMV de boca en boca, utilizado por sus compinches de correrías periodísticas y en el que se encerraban toneladas de afecto y de admiración a las que él se había hecho acreedor, atendiendo a su maestría profesional y a su conmovedora calidad humana que, a veces, enmascaraba con una ironía que desplegaba como un escudo adornado con una socarrona agudeza.

«El Nano» era un gran tipo humano y un verdadero periodista, de una estirpe que ya comenzamos a echar de menos. A su extremo conocimiento de los materiales con los que elaboraba sus columnas añadía una extraordinaria capacidad de análisis y unas conclusiones personalísimas a las que llegaba por la vía de un criterio profesional de primera división. Era un periodista decente y con ideas. Todo un récord. Y, como valor añadido, disponía de una notable capacidad para transmitir sus vibraciones profesionales a los compañeros que le rodeaban y para los que fue una referencia y un verdadero maestro. El Valencia fue siempre «su» Valencia, en las duras y en las maduras. Sus saberes en esta materia eran, verdaderamente, enciclopédicos. Eran sus columnas, sin duda, la parte más visible de su quehacer cotidiano pero para las secciones periodísticas que patroneó fue un líder que planificaba el trabajo colectivo y que marcaba estrategias. Conocía como nadie la sala de máquinas de un diario.

Tuve la suerte de tropezarme con él cuando, hace ya la friolera de treinta y un años, me hice cargo de la dirección de Levante. Él ya estaba aquí y provocó mi gratitud, que no se extinguirá ni con su muerte, por la lealtad y la clarividencia con la que me brindó una certera radiografía del periódico de aquellos años, un excelente retrato que me ayudó en aquél aterrizaje profesional. Se nos ha ido un gigante de este difícil y singular periodismo de provincias. Durante todo este tiempo, aún en la distancia física que promovían nuestros senderos profesionales, disfruté de su amistad y su respeto, unos sentimientos que eran recíprocos al cien por cien.

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