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Qué quieres ahora Mister Marshall

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Su eminencia reverendísima, el que no pisa Valenciastán por temor a vosotros los valencianos y vuestra volcánica disposición a los cambios de ánimo por culpa del ponent, ha acertado de pleno al cambiar su enviado especial a la presidencia. La figura de Layhoon chirriaba porque su elección se hizo en base a una utopía: el club fluiría porque sí y el pueblo ofrendaría unanimidad al propietario. Desde bien pronto se vio que el Valencia lo que necesitaba era un alto cargo bajando al barro, manejando la realidad local como un tablero incendiario de intereses y enemigos y no como un paraje vacacional. Ante eso Layhoon ya no pintaba más que ser cargo decorativo.

El presidente Anil Murthy -ni él podía aspirar a más ni nosotros probablemente a menos- está mucho más preparado para la misión, es un encargado más útil. Sabe reptar entre entornos cínicos, no se extravía cuando desciende a las cloacas y camina por la fontanería. El presidente que le conviene a Lim, aunque no el que le conviene al Valencia. Ya es bien evidente que propiedad y entidad tienen intereses distintos.

Si Layhoon se prodigó en discursos sobre un futuro ilusionante y un club en expansión, Murthy vive en corto, sin florituras, aguerrido. Sin estadio, sin liquidez, sin promesas a largo plazo. Definitivamente el proyecto promesa con el que Meriton accedió a Mestalla se parece a aquellos ´memes´ de productos que uno ve impolutos cuando los pide a domicilio pero que cuando le llegan están escacharrados y sin similitud con lo anunciado.

Ha quedado reducido a un proyecto que, si encajan algunos astros, espera poder competir la próxima temporada, como si el club debiera salir en auxilio de la propiedad y no al revés. Es la opción más realista y por ello la más prudente. No por eso deja de ser una constatación de la pérdida de altura de unos compradores que anunciaban su aspiración a ganar no sé cuántas champions.

¿Cuál es entonces el objetivo de los propietarios del Valencia?, ¿salir del paso lo mejor que puedan?, ¿reordenar el club para encarar una venta más halagüeña?, ¿adecentar la estructura para poder reprender negocios anexos?, ¿simplemente darse al mal menor y esperar tiempos mejores?, ¿estabilizar la institución sin más pretensión que la propia subsistencia? La presencia y los actos del presidente presuponen que todas las anteriores formulaciones son correctas a la vez.

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