Hace exactamente cuatro años me lleve el susto más grande de mi vida. Desde hace un largo periodo de tiempo, pocos han sido los días que he podido estar en casa con mi familia, pero, casualidades de la vida, el destino quiso que esa noche la pasara junto a ella. Mi madre es muy casera y a mí la fiesta tampoco es que me llame mucho la atención.

Esa noche en el pueblo tocaba una orquesta bastante conocida, pero tanto ella como yo preferimos quedarnos en casa. En Teruel no hay noche que no refresque y, a pesar de estar ya en mayo, el fuego de la chimenea permanecía encendido iluminando el salón lo suficiente como para que nuestro mejor plan ese viernes fuese encontrar una buena película.

No la terminamos, algo no iba bien. Decidimos irnos a dormir. A las pocas horas me desperté porque estaban golpeando fuertemente la pared de mi habitación. Era ella. Gritaba con las pocas fuerzas que le quedaban. Me acerqué a la puerta de la suya, la vi tumbada en la cama con la luz encendida, no terminaba de fijar la mirada y, entre tanto dolor y sabiendo lo que estaba sucediendo, me decía: ¡me está dando un infarto!

No me lo podía creer. ¿A mi madre? Si es la persona más fuerte que conozco, ¿cómo le podía estar pasando esto? Cogí el teléfono para llamar al 112, mis manos temblaban y tenía un nudo en la garganta, pero tenía que actuar. Mi padre estaba trabajando y mi hermano, en la fiesta. La ambulancia no tardó en llegar, aunque a mí me pareciesen horas. La trasladaron a Zaragoza, y no contenta con lo que la estaba pasando, tuvo un segundo infarto.

Aunque mi entrenador me dio permiso para no acudir a los entrenamientos durante su estancia en el hospital, quería cumplir también con mi trabajo. Estaba en plena recuperación de mi lesión de rodilla y nada me impedía estar con ella por la mañana, y luego conducir casi 3h de Zaragoza a València.

La historia tuvo un final feliz. Lo ocurrido a Iker Casillas hace un par de días me hizo pensar que los deportistas solemos anteponer los resultados a la salud. La vida pasa rápido y pocas veces nos paramos a pensar en nosotros mismos. Gran error. Su pareja, Sara Carbonero, comentaba en Twitter: «La vida tiene a veces esa extraña manera de recordarnos celebrar cada latido».

Forzar la máquina tiene sus consecuencias. ¡Mamaaá!, que suerte tener pedazos de ti en mi forma de ser y mi ADN, y haber sido capaz de superar dos graves lesiones. Me enseñaste que los sueños pueden más que los miedos, y aquí sigo, luchando por ellos.