La afición de Mestalla se frotó ayer las manos durante más de una hora con el juego del Valencia CF ante el Inter de Milan, que no es poca cosa. El equipo de Marcelino transmitió excelentes sensaciones en el primer tiempo, antes de diluirse entre el rigor táctico del rival. En general, el conjunto de Marcelino demostró ser un conjunto engrasado, compacto, preparado para la nueva aventura que comienza el sábado ante la Real. Liderado por un pletórico Carlos Soler, el Valencia CF de Marcelino exhibió velocidad y desborde, las virtudes que le faltaron para rematar el partido cuando el conjunto de Conte llevó el partido a su terreno. El de la pausa y la precisión.

Con el título de Copa reluciente en la banda, Marcelino alineó al mismo equipo que se proclamó campeón en Sevilla. Incluídos Parejo y Gayà, que no podrán jugar el sábado ante la Real por sanción. Maxi Gómez se quedó fuera, una situación prevista. El entrenador confía, ahora mismo, en Rodrigo y Gameiro para afilar al equipo. Junto a ellos, Guedes y Soler, en las bandas, transmitieron una sensación contínua de verticalidad. Soler avisó dos veces en el arranque del choque: dos disparos secos, tras sendas acciones vertiginosas en el balcón del área.

El equipo de Antonio Conte sufrió ante la luminosa sociedad ofensiva del Valencia CF, explosivo de medio campo hacia adelante. Su juego fue una alegría para la vista. Y para todo el equipo blanquinegro, que se lanzó a por la pelota, y a correr, como un poseso. Soler ofreció una galería de jugadas bellísimas, llenas de inteligencia.

El Valencia CF llegó con mucha frecuencia al arco de Handanovic. A los disparos de Soler sucedieron uno de Coquelin y varias incursiones de la pareja atacante ante los morros de Handanovic, aturdido hasta que los defensas taparon grietas.

«¡Oooh!», cantó la grada con un control precioso de Parejo. De esa falta nació el gol de Soler. Acudió al remate, de cabeza, tras una asistencia de Guedes, previo recorte a D'Ambrosio. Una acción muy del portugués. Y un premio merecido para el canterano, que llega al inicio del campeonato como un cohete.

Ya habían surgido las chispas entre Garay y Politano cuando el conjunto italiano había advertido las dificultades para llegar al área rival. Gayà se cruzó como un tiro para neutralizar un control de Sensi, cuando ya se armaba el remate. Jaume se pasó el primer tiempo felicitando a sus guardaespaldas.

Marcelino dio entrada a Piccini y Kondogbia por Wass, amonestado, y Coquelin en la segunda parte. El Inter dio un paso adelante, plantó su carpa en el campo contrario y, con mucha paciencia, buscó huecos entre los futbolistas blanquinegros, un ejército perfectamente organizado tanto en el despligue como en el repliegue.

Históricamente, el trofeo Naranja no se entiende sin la aparición en el campo del fichaje de relumbrón. Ese es, de momento, Maxi Gómez, que saltó al césped con media hora por delante. Hubo más cambios y salió Kang In Lee, que repitió el error que casi le cuesta la eliminatoria de Copa ante el Getafe. . Perdió la pelota en el área rival y el contraataque terminó en un penalti claro de Cheryshev. El coreano, después, exhibió su talento en un pase de gol desaprovechado por el ruso.

El trofeo se decidió en los penaltis a favor del Inter, tras 14 lanzamientos. Garay tiró el balón a la grada, nada grave en una cita amistosa como la de anoche.