El mismo VAR que atropelló al Valencia en Vigo le arregló la vida ayer en el Reale Arena, de donde además salió líder provisional. Lo hizo, con un final no apto para cardiacos, en el minuto 94, la última diapositiva frente a una Real Sociedad que habría dado dinero por una jugada más. Después de que el revés contra el Huesca hubiese recrudecido las hostilidades que rodean al equipo, el solitario y oportuno gol de Maxi Gómez tras un excelente pase de Wass y una de esas asistencias milimetricas que se gasta Gayá, al menos relaja un poco la tensión. Tal vez no lo suficiente, pero de momento es seguro que detiene las convulsiones de un Valencia que, con su entrenador al frente, amenazaba con ponerse en modo Saturno y devorar a sus jóvenes y tiernos jugadores. Los problemas persisten, pero ya van siete puntos.

Y eso que en vistas de como terminó el partido perfectamente podrían haberse quedado en cinco. En una reprochable gestión del resultado, el Valencia cometió demasiados errores en la defensa del 0-1. Con el campo inclinado hacia Jaume, Gameiro concedió una falta innecesaria en la frontal a lo que se añadió un regalo del árbitro dejando sacar una falta de donde la Real quiso y que desembocó en un disparo desviado de Mikel Merino. Todo estaba de cara para quemar el descuento pero ni por esas. Manu Vallejo entró para perder tiempo y, con los txuriurdines volcados, aún hubo una contra clara en la que el servicio para que Gayá encarara a Remiro salió defectuoso. El capitán, aun así, prefirió centrar que congelar el balón. Así que en lugar de que el encuentro muriera en el área de Remiro lo hizo en la de Jaume, donde el último balón a la olla acabó en la red en una jugada embarullada en la que pudiendo haber falta sobre Jaume lo que motivó que actuara el VAR fue una mano de Aritz. El suspiro de alivio cuando se anuló el gol del 1-1 de Le Normand fue estruendoso.

En realidad, el guión general no distó demasiado de esa última jugada. La Real estaba avasallando, aunque gustándose en exceso con el balón y sin profundidad, incluso cuando llegó el tanto de Maxi.

Parecía que la única salida era aguantar el chaparrón pero en vez de eso, de manera inesperada, el Valencia pasó del medio campo con soltura, como si a la Real no le preocupara darle metros. Un excelente servicio en largo de Wass lo metió en la cocina Gayá y el uruguayo, que ya lleva tres goles, demostró que se mueve como pocos allí donde habitan los rematadores: con la rodilla se lanzó al suelo para hacer un tanto que lo cambió todo. La Real mantuvo el dominio hasta el final pero frente a un Valencia esforzado y con pulso no logró la claridad suficiente para encontrarle las cosquillas a un Jaume muy seguro toda la tarde bajo palos.

Pocos habrían apostado por la victoria viendo cómo fue el principio, prácticamente desde la alineación. En el campo, con una media de edad bajísima, volvieron a aparecer jóvenes que en un equipo más competitivo y menos caótico no habrían tenido ninguna opción de hacerlo. Debutó Álex Blanco, reapareció Yunus y se evaporaron Esquerdo, Racic y hasta Vallejo. Sin embargo, pese a la coartada de las rotaciones, la reaparición más llamativa fue la de Kang In, la conexión en ataque que faltó contra el Huesca. Guedes, que no salió ni del banquillo, protagonizó por contra la más sonada de las desapariciones.

La de Wass, el mejor junto a Jaume y Gayá, es una alternativa en la medular que a Gracia le ha costado poner en práctica pero que se explica con deslices como los de Thierry en el primer acto. El lateral portugués, que luego se entonó, empezó siendo un compendio de las razones por las que no ha jugado con nadie: despistes, inmadurez y lagunas de todo tipo.

Desde el primer momento quedó ratificado que Yunus de piernas va sobrado y que el día que no se ofusque al pisar área ni al decidir cuándo correr y cuándo pelear será un fuera de clase. En el costado opuesto, con menos artificio, Álex Blanco irrumpió pronto para forzar un córner y resultó más incisivo para desplegarse. El problema, aun así, no estaba en los costados sino en el eje, donde los errores fueron una constante en la salida del balón. Y eso que Silva fue más problema que solución.

El Valencia empezó siendo todo trompicones, controles largos y revoluciones excesivas. Sin embargo, lo que no fue es el coladero que acostumbraba y de entrada apenas concedió remates. En el partido pasaban cosas pero ninguna trascendente. Kondogbia se cargó pronto con una amarilla por derribar a Januzaj, el mismo que trató de encontrarle las cosquillas a Álex Blanco en una acción en la que buscó burdamente el penalti. Fue así, poco a poco, como el equipo fue creciendo, no a base de juego sino de estar mejor colocado. Se quitó el agobio, estiró líneas y, sólidamente plantado, presionó bien.

Con el paso de los minutos incluso llegaron los problemas para Remiro. El primero vino con una falta directa que tiró sin consecuencias Wass, con Kang In vigilante. La siguiente falta tampoco se la dejaron al coreano y se la quedó Maxi, muy mansa. Un disparo lejano otra vez de Wass se convirtió en la primera gran ocasión antes de que llegara la mejor, obra de Kang In a pase de Gayá. El capitán, que repetiría en el gol, se marcó un jugadón en lo que sin duda estaba siendo el amanecer valencianista. El disparo, mordido cuando lo tenía todo a favor, volvió a sacarlo Álex Remiro. Kondogbia, atento y muy solidario al corte, robó y forzó la amarilla de Zubimendi a pesar de su trote en la arrancada. Mejores sensaciones.

La cosa pintaba bien cuando se llegó al descanso pero empezó mucho peor después. A la Real, que monopolizó el balón y se acopló sin él, le sentó bien la entrada de Oyarzabal. Una amenaza por detrás del doble pivote, lo más consistente ayer en el Valencia. Con el equipo contra las cuerdas, Jaume sacó tres manos firmes en un cuarto de hora. Januzaj entró definitivamente en calor, Monreal pisó área y ante ese despertar Imanol no se dio por satisfecho y, craso error a la postre, tiró de un cuádruple cambio con el que puso en juego a Portu en lugar de Silva y más pólvora con Willian José. El Valencia, por su parte, había empezado a cargarse de amarillas (Wass 59’ y Gayá 60’) y pese a que le estaba cayendo, Gracia no movió el banquillo hasta que faltando 20 minutos sacó a Gameiro, su solución como relevo de Kang In para un ataque que llevaba una eternidad seco. Un suspiro después renovó las bandas con Lato y un Jason afortunado que en su primera intervención desvió un disparo de Oyarzabal tras un error de Guillamón. El último grave de un Valencia que, al filo de la navaja, se agarró al triunfo con uñas y dientes.