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Va de bo

Un triunfo entre silencios

Hace muchos años se anunció una partida en una calle de los exteriores de Requena. Estaba programada en los actos de una semana vitivinícola. Nadie recordaba que en Requena hubiera afición a la pelota. Comenzó la partida con la única presencia de los jugadores. Tras dos juegos disputados en la más absoluta de las soledades pues no había ni un solo espectador, decidieron «plegar trastos». Algunos se fueron a ver una partida para inaugurar un frontón en Casas Ibáñez donde se anunciaba Genovés. Allí estaba toda la comarca de La Manchuela con más de quinientas personas y los pelotaris entregados a la causa de dar satisfacción a tanta pasión como veían en las gradas… Es la diferencia entre un espectáculo deportivo con espectadores a uno sin espectadores. Es muy difícil motivarse cuando no sientes el murmullo de los alientos de la afición.

El mérito de los chavales que ayer disputaban la final del más prestigioso de los torneos profesionales por equipos es preparar su espíritu para jugar con la misma presión que puede alcanzarse cuando oyes ovaciones y gritos de ánimo. Ellos han hecho frente al enemigo invisible pero demoledor: la soledad de las gradas y el desastre económico que para un deporte pobre como éste supone jugar en esas condiciones. Menos mal que las instituciones han respondido manteniendo su apuesta; ha respondido la nueva Caixabank que promete seguir apostando por este deporte valenciano y han respondido empresas como Masymás, que no aprovechan la ocasión para desentenderse. Pero por encima de todos han respondido los jugadores, que exhibieron en esta final toda su calidad técnica y todo su pundonor.. Y además, esa caballerosidad a la hora de analizar las partidas. Ese fenómeno de la pelota que es Luis de la Vega, un jugador irrepetible, remató su inspirada exhibición con un gesto de humildad: habló del efecto de la suerte y señaló a sus compañeros como verdaderos responsables del éxito. Él, que no había fallado ni una, que pasó con ambas manos las pelotas más difíciles que pueden imaginarse, que nos obsequió con el más variado repertorio de golpes mágicos que hemos visto a lo largo de decenas de años, proclamaba modestamente que dedicaba el triunfo a todos los que están ahí, pasándolo mal… La pilota tiene en De la Vega a un dignísimo bicampeón del máximo torneo profesional por equipos. Mucho mérito tiene esa victoria ante un trío que llegó invicto a la cita. Giner se ha consagrado entre los grandes. No se le puede pedir más. La de ayer fue una derrota que no debe doler. Era la primera vez que llegaba a una final. Y pudo ganarla cuando desperdició el equipo cuatro pelotas de juego y largarse a un 45-35. No remataron en ese momento y elevaron la moral de sus rivales. De la Vega, Javi y Carlos alzaron el trofeo de campeones. Lo hicieron en medio de los silencios pero sabedores que en los hogares de muchos valencianos muchos apretaban los dientes , muchos sufrían con ellos. Eran los gritos de ánimo que recorrían en silencio el camino hasta Pelayo.

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