Recién ganadas sus dos últimas ligas (2202 y 2004), el Valencia CF ya advertía la posibilidad de la llegada de una competición de élite europea. Lo dijo más de una vez el presidente de aquel equipo campeón, Jaume Ortí, ya fuera del consejo de administración . «El Valencia CF ha de estar arriba siempre, pase lo que pase, porque tarde o temprano llegará una liga europea con los mejores y no nos podemos quedar fuera», visualuzó Ortí en una conversación con dos periodistas al término de un acto. Para entonces el club de Mestalla ya era propiedad de Juan Soler y el proyecto del nuevo estadio estaba en marcha. Manuel Llorente también lo tuvo claro después del batacazo económico del club en la era Soler. Rechazó siempre la posibilidad de entrar en un concurso de acreedores y siempre buscó la refinanciación de la deuda, consciente de que el cartel Valencia CF debía estar siempre en lo más alto. Llorente, que rechazaba el concepto de la Euroliga de baloncesto, sabía que se gestaba la idea de una competición de fútbol de élite europea.

En 2004, la idea de lo que hoy es la Superliga se comentaba en los corrillos entre presidentes. Joan Laporta, en su primera etapa como dirigente del Barça, animó aquel año a Lendoiro, en plena emergencia del Deportivo de la Coruña, a crear un torneo de estas características. El Valencia CF estaba al corriente y había cierta obsesión por no perder «ese tren».