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Va de bo

La selección seleccionada

Se lo oí a un aficionado en una de las tertulias del Bar de la Toñi, en mi pueblo. Y la frase me hizo reflexionar: «El odio es directamente proporcional a la grandeza del odiado”. Se estaba hablando de fútbol que es tema que domina todo españolito. Y se hablaba del VAR, de los árbitros, de si ayudan o perjudican al Real Madrid o al Barcelona, de nadie más, porque en este país los niños de las escuelas valencianas ya no son del Valencia. Y así pasa en Sevilla o en Zaragoza. No creo que pase en Bilbao pero eso es otra historia. Desde que hay cadenas de televisión dedicadas a hablar de fútbol, clubes con televisiones propias; desde que los jugadores son más importantes que el club donde juegan, los niños son del Madrid y del Barcelona. Nada que ver con los tiempos de mi niñez, cuando conocíamos los equipajes de todos los equipos, los nombres de todos los estadios y las alineaciones de la mayoría. Sabíamos que Iborra jugaba en el Elche, que Ulacia era el portero del Las Palmas, Boronat era el extremo zurdo de la Real Sociedad y José María del Español. Sabíamos que los domingos a las siete y media de la tarde había fútbol televisado gratis y las tardes eran de transistores Telefunken y Carrusel, sin futbol televisado que impidiera ir a ver al equipo del pueblo en sus apasionantes duelos contra el Turís. Sabíamos también que la selección española no ganaría nunca nada, si bien nunca faltarían en su alineación jugadores del Madrid, del Barcelona, del Atletic de Bilbao, el Atlético de Madrid, y el Valencia, en mayor o menor medida. Se trataba de repartir corazones. Una vez se jugó en Valencia un España- Bélgica, en diciembre de 1963, y el seleccionador de la época, Villalonga, tuvo el detalle de poner en la alineación a Domínguez, del Levante. No fue culpa de Domínguez pero España perdió 1 a 2. La selección española tenía que ser de todos, unir sentimientos. La grandeza mayor se alcanzó cuando jugaban gentes como Casillas, Puyol, Piqué, Ramos, Xavi Hernández, Villa, Iniesta…y se conquistaron eurocopas y mundiales. La base era la formada por el mejor Barça de la historia…en realidad jugaba el Barça y tres o cuatro más. Y nadie en España, ni siquiera en Madrid dejó de volverse loco con el gol de Iniesta…

Ha llegado Luis Enrique, que es personaje tan peculiar como el presidente de la Federación, una de esas personas que tiene que ser protagonista sí o sí, y ha decidido que el equipo más odiado de España, en razón proporcional a su grandeza, no esté representado en la selección. Con un par. Es como si Camacho, por ejemplo, no hubiera convocado a ningún jugador del Barça. Las consecuencias ya han llegado: media España futbolística anda que bufa porque no hay ningún jugador de «su» equipo. Y eso podría no tener importancia si es Morales el olvidado- siendo uno de los mejores futbolistas españoles del momento- pero las tiene si es el Madrid. Porque ya sabemos que el Madrid no es cualquier cosa.

En Mediaset, que tiene los derechos de la selección, porque ahora se venden derechos de sentimientos, andan preocupados, según filtraban algunos medios afines al Madrid. Otros medios resaltan sin embargo que el primer partido oficial sin jugadores de este equipo fue más visto que muchos con sus jugadores. Hasta en estas cosas se manifiesta la España machadiana. El caso es que un equipo que apenas levanta expectativas de victoria porque la mitad de sus jugadores apenas son conocidos más allá de su pueblo, sigue congregando frente al televisor a millones de personas. Suponemos que la gran mayoría deseando su victoria. Siglos llevamos debatiendo sobre la esencia de España, sobre vertebraciones y secesiones. No hay país más unido en torno a la división. ¿De qué hablarían las tertulias sin el debate nacionalista? Hay que ver como disfrutamos. Luis Enrique, un asturiano, lo hace saltándose la sagrada tradición. No cuenta con el Madrid. Una apuesta del valiente jugador de póker del salón de la película del Oeste. Ya veremos cómo acaba la escena. Me temo que «tot per l’ aire».

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