El jugador que me hizo sonreir

Josep Pedrerol

Es una imagen icónica, sobre todo entre los culés: dos aficionados del Real Madrid, de pie, aplauden a un jugador del Barça en el Santiago Bernabéu. Lo hacen admirados ante un futbolista genial que acaba de dar una exhibición ante su equipo del alma. Seguramente, les duele, y mucho, lo que acaban de presenciar, pero en ese momento no importan los colores. Tampoco la eterna rivalidad. Ronaldinho, el protagonista aquel día, el genio de la sonrisa, era un poco de todos, aunque vistiera de azulgrana en sus mejores años. El Barcelona recordaba ayer en sus redes sociales la mayoría de edad de aquel partido, los 18 años de un Real Madrid-Barcelona que pasó a la historia por las maravillas del futbolista brasileño. Lo confieso, siempre he sentido una devoción especial por él, era capaz de alegrarme el día. Jugaba al fútbol feliz y con un desparpajo espectacular. Era buenísimo, lo tenía todo. Técnica, habilidad, velocidad, fuerza, imaginación…Y hacía filigranas, sí, pero siempre respetando al rival. Su fútbol cambió por completo al Barça, devolvió la alegría a un equipo triste y en eterna crisis.

A partir de Ronaldinho se construyeron los cimientos del Barça de Guardiola. Fue la semilla de todo lo que vendría después. Con él en su mejor versión, el equipo dirigido por Rijkaard ganó la segunda Champions de la historia del club, la que tanto había costado desde la que logró el ‘Dream team’ en Wembley. Devolvió la sonrisa a un vestuario en el que era el líder indiscutible por su fútbol, el de un equipo en el que ya asomaban con fuerza los Xavi, Iniesta…y Messi. Ronaldinho apadrinó al jovencísimo argentino, era su ídolo, y aún hoy mantienen una gran relación. Lamentablemente, su dedicación al fútbol no fue ejemplar. Se dejó ir y Pep prescindió de él en cuanto llegó para, ahora sí, comenzar la época dorada del Barça. Su legado quedará para siempre en la mente de todos los culés y de los amantes del buen fútbol. Ha habido mejores, más regulares y que se han mantenido en la élite más tiempo. Pero Ronaldinho era diferente, un tipo feliz que contagiaba optimismo. En un mundo de amargados, él me hizo disfrutar más que ningún otro. Gracias, crack.