Cuatro años después de que España entrara en la Comunidad Económica Europea (hoy UE), la Generalitat de Joan Lerma abrió su sede en Bruselas. Corría el año 1990. Entonces colocó como director a José Martínez, hasta esa fecha director del Comité de Gestión de Cítricos -patronal española que agrupa a las grandes empresas exportadoras-, al que sucedió Inmaculada Sanfeliu, en la actualidad directora de la citada organización de comercios privados que mueven un negocio de 2.400 millones de euros en cada campaña naranjera. Sin duda, el sector agrario tenía un importante peso en la embajada valenciana ubicada en la capital del viejo continente.

Hace tres décadas el periodo transitorio para frutas y hortalizas, tan perjudicial para los agrios, de diez años, se logró recortar y finalizó en 1992. Entre otros logros se obtuvieron ayudas para los frutos secos, un cultivo de mucha importancia en la Comunitat Valenciana. Con la puesta en marcha a finales de 1993 de la interprofesional naranjera Intercitrus -de la que forman parte organizaciones agrarias, comercio privado, cooperativas e industria- el sector tuvo un interlocutor válido para defender sus intereses en la Unión Europea. En aquellos tiempos la Generalitat pagaba 300.000 euros anuales para sostener una entidad con sede y personal propio. Incluso se llegó a contratar al célebre cocinero vasco Karlos Arguiñano para promocionar el consumo de cítricos en el mercado doméstico, entre otras campañas de publicidad y promoción. Pero eso ya es agua pasada. La interprofesional naranjera, prácticamente sin actividad, languidece desde hace una década ante la falta de personal y medios económicos; que tampoco están dispuestos a cofinanciar el sector.

En esas, el jefe del Ejecutivo autonómico, Ximo Puig, acaba Quiere «reforzar la presencia en Bruselas para configurar un lobby en defensa del campo valenciano, seleccionar con el sector misiones comerciales para abrir nuevos mercados y preparar planes de ayudas. El problema es que, al menos por el momento, carece de presupuesto económico para acometer esta iniciativa. Ni la Conselleria de Agricultura de Elena Cebrián ni la de Hacienda de Vicent Soler -y eso que estamos en vísperas electorales- han movido un dedo para «resucitar» Intercitrus junto con los agentes del sector. Ya va siendo hora de que Bruselas tenga interlocutor para las cuestiones citrícolas capaz de defender los intereses propios ante la avalancha de importaciones, plagas y otros peligros del exterior.