A los 79 años y como consecuencia de una enfermedad degenerativa, falleció en la madrugada del viernes en València Emili Tortosa, toda una institución en el ya desaparecido sistema financiero valenciano. Nacido en 1941 en Alzira, muy pronto, con solo 14 años, empezó a trabajar como botones en la Caja de Ahorros de València y recorrió, con una licenciatura de Económicas por en medio, todo el camino desde el escalafón laboral más bajo hasta la cúspide con su nombramiento como director general tras la llegada a la presidencia de José María Simó Nogués en 1989.

De talante progresista y apegado al valenciano, aportó aires renovados en la gestión a una entidad anquilosada que pocos años antes había padecido serios problemas, pero sobre todo impulsó su expansión, primero con la fusión con la Caja de Ahorros de Castelló, de la que nació Bancaja en 1991, y, después, con la entrada de la Caja de Sagunto (1992) y las compras del Banco de Murcia (1993) y del Banco de Valencia (1994). Estas operaciones corporativas y la penetración paulatina en las autonomías limítrofes abrieron la senda para consolidar a Bancaja en la tercera entidad de su sector.

La trayectoria de Tortosa en la caja, no obstante, sufrió un antes y un después cuando el Partido Popular de Eduardo Zaplana se hizo con la Generalitat en las elecciones de 1995 y inició el proceso para tomar el control de las cajas de ahorros de la Comunitat Valenciana, por entonces dominadas por los socialistas.

La presión ejercida desde el Palau fue intensa y constante. Para el recuerdo queda el intento de que Bancaja y la CAM financiaran buena parte del coste de la actual universidad Miguel Hernández, abortado desde las dos entidades. El acoso -con un cambio en la ley del sector que dio el definitivo control a la Generalitat- dio sus primeros frutos en 1997 con la dimisión de Simó Nogués y, un año más tarde, ya con Julio de Miguel en la presidencia tras el interregno de un año de Antonio Tirado, con la de Tortosa, a quien, no obstante, se le mantuvo como consejero, en representación de la caja, en el Banco de Valencia.

Algunos de sus herederos en la gestión fueron jóvenes -los ‘arturos’ les llamaban- que él fichó de la consultora Arthur Andersen. Dos de ellos -Fernando García Checa y Aurelio Izquierdo- le sucedieron en la dirección general de la caja. Otro, Domingo Parra, ejerció durante 17 años como consejero delegado del Banco de Valencia. Visto cómo acabaron Bancaja -en Bankia- y el banco valenciano -intervenido y vendido a CaixaBank- alguno de sus epígonos no pareció seguir los principios que rigieron la vida personal y profesional de Tortosa, un hombre preocupado por la ética de los negocios.

En ese mundo se refugió después de que en 2007 abandonara el consejo del Banco de Valencia. Durante años, fue presidente de Etnor, una fundación dedicada precisamente a difundir la ética en las empresas. En 2010, siendo alcaldesa la popular Rita Barberá, Emili Tortosa fue reconocido como hijo adoptivo de València. Antes había recibido la Insignia de Oro de Alzira, su ciudad, donde hoy será enterrado.