Si algo ha quedado claro en los últimos meses es que la negativa tormenta económica es cada vez más compleja de afrontar para las familias españolas en general y valencianas, en particular. La inflación sigue disparada, especialmente en una cesta de la compra que cada vez resulta más prohibitiva para el bolsillo medio. En paralelo, el pago de una hipoteca se erige como una cumbre difícil de coronar gracias a unas subidas de tipos que se elevaron la pasada semana hasta el 3,5 %, y el coste de llenar el depósito no ha llegado ni por asomo a lo que suponía hacerlo antes del inicio de la guerra en Ucrania. Sin embargo, y pese a todos estos condicionantes adversos, la realidad es que el consumo resiste. Y eso que nuestro poder adquisitivo cada vez es menor.
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Lo dejó patente la pasada semana el ‘Monitor Addeco de Oportunidades y Satisfacción en el Empleo’ basado en la remuneración, que reflejaba que pese a que el sueldo medio en el país se encuentra en su máximo histórico con 1.823 euros (1.669 en el caso valenciano), la capacidad de compra de los ciudadanos se encuentra en niveles de finales del pasado siglo, de 1996. Para el director regional de Adecco Levante, Víctor Tatay, el motivo tras ese retroceso, que puede mitigarse gracias a la subida este año del salario mínimo, va ligado «a la inflación disparada». Esta, en la Comunitat Valenciana, acabó el año en el 5,5 % y que en solo dos meses de 2023 ya ha alcanzado de nuevo el 6 %, el mismo valor que en España. La traducción, una «mayor tensión», añade Tatay, para «la capacidad de compra». Es decir, para el consumo.
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Mayor coste alimentario
La cesta de la compra resulta el mejor ejemplo. En febrero registraba un alza del 17,1 % respecto al año previo, eso sí con algunos alimentos básicos como el aceite, la leche o el azúcar por encima del 33 %. Esos altos aumentos está provocando que algunos productos, cada vez más, salgan de nuestras adquisiciones habituales. Como explica Joaquín Cerveró, portavoz en la Comunitat Valenciana de Anged (Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución), «se está resintiendo el consumo en alimentación, sobre todo la parte de productos frescos (pescados y carnes, por ejemplo) a los que no se les ha rebajado el IVA» este mes de enero. Eso sí, el viraje, con una compra media que puede disminuir, acaba reflejándose en más «ofertas y marcas blancas».
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Sin embargo, pese a esta realidad y el alza de precios, las ventas del comercio resisten. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) relativos a los meses de diciembre y enero muestran como el índice deflactado –que elimina el efecto de los precios– de las ventas del comercio minorista en la autonomía fue varios puntos mejor que en el final de 2018 e inicios de 2019, cuando la pandemia no trastocaba aún la vida social.
Cerveró apuntó en esta misma línea asegurando que tanto el equipamiento personal –moda, accesorios, cosmética– como el hogar o la tecnología se encuentra ya «en valores cercanos a los de la normalidad». O lo que es lo mismo, que el consumo, pese a la complicada situación, no cae en picado.
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La hostelería, en mejora
Lo mismo sucede en otros entornos como la hostelería, que el pasado año –según refleja también el INE– aumentó su facturación en España un 44 % respecto a 2021, una mejora con «crecimientos espectaculares» en palabras de Cerveró y que como secunda Tatay también apunta –en base a la previsión laboral– a tener «buenos rendimientos» en los próximos meses gracias al impulso que se está viviendo también en sectores como el turístico. Porque tras una época a la baja, y pese a los condiciones económicas complicados, el consumo parece aún resistir. Al menos, todavía.