La disrupción del comercio y la inversión internacional como consecuencia de la crisis de la covid-19 han revigorizado el debate sobre la fragilidad de las cadenas de valor globales y los desafíos asociados al aprovisionamiento en economías lejanas. El bloqueo del Canal de Suez por el buque ‘Ever Given’ no ha hecho más que alertarnos sobre otros posibles riesgos futuros y su compleja naturaleza. Dichos riesgos podrán tener un mayor o menor impacto y una mayor o menor probabilidad de ocurrencia, pero deberán asumirse como inevitables. Por tanto, en este nuevo entorno donde la incertidumbre, el dinamismo y la complejidad son la norma, se vuelve imperativo el rediseño de estas cadenas de forma que no sólo sean eficientes sino más resilientes frente a nuevas adversidades.

Resiliencia en las cadenas de valor post-covid

La resiliencia en las cadenas de valor hace referencia a su capacidad para recuperarse después de una disrupción en un periodo de tiempo aceptable, y puede alcanzarse a través de diferentes estrategias. La primera, y la que más ha llamado la atención de los analistas, es la posible regionalización de estas. Esta regionalización podría ser el resultado de un retroceso de la configuración de la cadena del nivel mundial al regional (con las empresas multinacionales líderes replicando las cadenas de valor en las principales regiones del mundo) o de la relocalización de ciertas operaciones de producción más cerca de los mercados finales (‘near-shoring’). Ambas opciones generarán cadenas con menos eslabones, más cortas y flexibles.

Resiliencia en las cadenas de valor post-covid

Es evidente que no todas las cadenas de valor se regionalizarán con la misma intensidad. En industrias donde los costes y las economías de escala son factores competitivos clave (por ejemplo, prendas de vestir), o en las que los insumos están ligados a la geografía (industrias extractivas) la configuración global seguirá siendo la forma más eficiente de organización. Sin embargo, es probable que algunos factores no económicos, como las políticas gubernamentales para reforzar la seguridad nacional y la competitividad, desempeñen un papel destacado en la relocalización de estas cadenas. La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de la autosuficiencia en alimentos, productos farmacéuticos y ciertos equipos médicos. En otros casos, algunos gobiernos promulgarán políticas industriales para salvaguardar las tecnologías emergentes (por ejemplo, inteligencia artificial, energía renovable, equipos 5G). En general, se espera una mayor regionalización en ciertas industrias donde la tecnología permite abaratar los costes y en las cuales sus argumentos competitivos son la innovación, la diferenciación o la personalización de productos (por ejemplo, maquinaria y equipo, electrónica y automóviles).

El camino hacia esta posible regionalización no es fácil y sus efectos no serán visibles en el corto plazo. No obstante, las empresas también pueden implementar otro tipo de estrategias más simples como, por ejemplo, la diversificación de los proveedores o el aumento de los stocks de seguridad. En ambos casos, la eficiencia se ve mermada y, por tanto, será necesario apostar por relaciones estables a largo plazo con proveedores de forma que se reduzcan las asimetrías de información y se genere la confianza e incentivos necesarios para co-invertir y co-crear, mejorándose así tanto los costes como la resiliencia frente a posibles eventualidades.

Otra posible estrategia sería aprovechar de manera inteligente todo el potencial de la digitalización (por ejemplo, inteligencia artificial, robótica, tecnologías de seguimiento, automatización). Esto permitiría, por una parte, mejorar las relaciones entre los diferentes eslabones de la cadena y su eficiencia y, por otra, introducir sistemas de control de riesgo y planes de continuidad del negocio que se utilizarán en caso de una interrupción. La planificación de escenarios y los test de estrés desempeñarán cada vez más un papel fundamental en la gestión de las empresas. Además, es probable que la digitalización conduzca a un cambio en el modelo de fabricación dominante basado en la escala hacia una mayor customización, facilitando la participación de las empresas locales en las cadenas de valor y la reducción de su impacto medioambiental.

Encontrar aspectos positivos en la disrupción causada por la pandemia es, sin duda, un desafío. Sin embargo, la crisis ofrece a las empresas y los gobiernos una oportunidad única para repensar la configuración de las cadenas globales de suministro al objeto de capturar nuevas fuentes de ventaja competitiva basadas en la resiliencia y la flexibilidad, y que contribuyan a un futuro más sostenible en los negocios. El concepto de estrategia después de la covid-19 no sólo incluirá los clásicos análisis de cómo vencer a los competidores, sino que necesariamente deberá incorporar herramientas para combatir enemigos más potentes y compartidos por todos como son el cambio climático, nuevas pandemias o los problemas sociopolíticos que genera la desigualdad.