El momento es ahora. El planeta no puede esperar más y toda la sociedad, desde gobiernos a ciudadanos de a pie pasando por las empresas y toda su cadena productiva, deben asumir ya los retos de la descarbonización. Como toda transformación, el camino no será sencillo y presenta desafíos asimétricos, situando a algunas industrias en el punto de mira de esta revolución por el mayor impacto medioambiental que implican sus procesos. Con los fondos europeos como hilo conductual de esta transición, el objetivo debe ser compaginar el cumplimiento de los compromisos verdes con el mantenimiento de la viabilidad de las compañías más afectadas.

Para aterrizar el desafío al ecosistema económico valenciano, Levante-EMV ha organizado en colaboración con la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV) un ciclo de desayunos informativos que bajo el título «La empresa del futuro» pretende abordar esos retos que encara el sector privado a corto plazo.

El primer capítulo contó con la presencia de representantes de cinco empresas de diferentes ramas de la Industria radicadas en la Comunitat Valenciana y que comparten protagonismo en la lucha contra el cambio climático.

En nombre de la cementera Cemex asistió Antonio Cases, director de asuntos públicos y relaciones institucionales. Representando al Grupo Soledad, mercantil especializada en la gestión y valorización de residuos, estuvo presente Salvador Pérez, director comercial de la división industrial. Julia Beleña, responsable de calidad, medio ambiente, salud y seguridad en el trabajo de Galesa, representó a la firma del sector metalmecánico experta en galvanizado en caliente en zinc, mientras que Jorge Bretó, CEO de Productos Citrosol, aportó la visión de su empresa agroquímica. Desde el textil, Luis Pita, CEO de Recover-Hilaturas Ferre, fabricantes de fibra e hilo reciclado, completó al sector privado.

Por parte de la Generalitat asistió Pedro Fresco, director general de Transición Ecológica del Consell y la charla estuvo dirigida por Julio Monreal, periodista y director de relaciones institucionales del periódico Levante-EMV y el resto de medios de Prensa Valenciana.

Como representante de la Administración, que será quien tendrá en sus manos buena parte del éxito o fracaso de este proceso de transformación en función de cómo gestione el maná europeo, Fresco fue el encargado de abrir el debate trazando las líneas generales sobre cómo encara la Generalitat esta revolución inminente.

«Tenemos 30 años para cambiar radicalmente el proceso productivo. Es un reto mayúsculo. Desplazar las energías fósiles es muy complicado porque afecta a procesos de empresas que son grandes consumidoras de recursos. Pero el cambio está ahí y no podemos evitarlo, si nos queremos resistir por alguna razón, nos equivocaríamos. Quien no se adapte se quedará atrás», expuso.

La rotundidad de Fresco sin embargo concede matices a esos sectores más afectados: «La descarbonización tiene puntos sencillos pero otros se complican. La industria es especialmente conflictiva por sus procesos y consumos específicos» que conforman una «telaraña» para estas empresas. Y enumeró los sectores críticos: automoción, cerámica, turismo, movilidad y agricultura. Por eso, entiende que «hay que ayudar» a que maduren tecnologías como la del hidrógeno verde para que «cuando no quede más remedio que imponer las reducciones» a esas empresas, su coste no sea tan elevado como ahora, algo que ya se hizo con la energía solar o la eólica.

Antonio Cases (Cemex) destacó que los esfuerzos de la compañía para combatir su impacto ambiental vienen de «décadas» atrás y pidió confiar en la responsabilidad de un sector que «cumple» no para pagar menos sino para reducir sus emisiones. Así, la empresa dedicada a la producción y comercialización de cemento asume el reto de reducir un 35 % sus emisiones de CO2 en 2030 con respecto a 1990 y suministrar hormigón neto en carbono «a largo plazo». Esta estrategia conforma el «cuarto pilar» de la cementera, según Cases. Y es que, además del cemento, el hormigón y los áridos, la firma ha impulsado la línea de «soluciones para la urbanización».

En ella integran «desde el ecodiseño hasta la aplicación de materiales sin huella de carbono y 100 % reciclables» que tienen el potencial de «transformar las ciudades», ya que el hormigón, «el segundo material más consumido en el mundo tras el agua», tiene el potencial de ser el «producto estrella para lograr el objetivo». Además de estas innovaciones, actualmente Cemex ya contribuye a reducir su impacto ambiental incorporando residuos que produce para generar su propio combustible e integrando otros desechos en su cemento.

Precisamente sobre la valorización de los residuos es donde puso el foco Salvador Pérez. El director comercial de Grupo Soledad, con más de 30 años de experiencia en el campo, explicó las múltiples vidas que puede tener casi cualquier objeto. El ejemplo perfecto es el neumático, que ha pasado de amontonarse en vertederos ilegales a, gracias a compañías como la suya, ser reutilizado al completo. Como detalló Pérez, los residuos son una «fuente de materias primas» que debe explotarse mejor.

El 13 % de los neumáticos se puede renovar, el 43 % se dedica a producción energética y el resto es valorización material, la «más importante». De esta forma, puede reutilizarse el caucho para parques infantiles o para la construcción de elementos de insonorización.

Otra actividad con gran peso en la economía valenciana y que afronta retos medioambientales es la agricultura. Desde Productos Citrosol, Bretó explicó algunas de las líneas de trabajo de la compañía agroquímica para la posrrecolección. «Reutilizando agua, generando menos residuos, incorporando fuentes de energía renovables y desarrollando productos y tecnologías sostenibles hemos ahorrado 12 millones de litros de agua y vertido 12 millones de kilos de CO2 menos en el último año. Porque «la mejor forma de gestionar los residuos es no producirlos».

En paralelo, Bretó también destaca la importancia de trabajar en reducir la «brecha de precio» entre los productos ecológicos y los no ecológicos y pide fomentar el consumo de proximidad. Y señala una última clave: reducir el desperdicio alimenticio, para lo que Citrosol trabaja en productos sostenibles que mantengan la frescura durante más tiempo.

En cambio, el objetivo de no producir residuos que mencionaba Bretó es «imposible» para otras empresas como Galesa. Julia Beleña detalló que la firma tiene una estrategia de protección ambiental desde 2007, pero que eliminar su huella de CO2 al completo no es viable por el consumo de gas natural y de zinc, su materia prima básica. Por eso, centran sus esfuerzos en «potenciar la valorización de esos residuos» y «reaprovecharlos internamente», porque el zinc «es un metal que se puede recuperar de muchas formas». También trabajan en mejorar su eficiencia energética porque para Galesa, dijo Beleña, «invertir en sostenibilidad es invertir en futuro». Eso sí, reclamó extender las tareas de concienciación más allá de las grandes empresas: «Las pymes no asocian tanto la sostenibilidad con la rentabilidad».

En esa misma línea, Luis Pita, fundador de Hilaturas Ferre, resaltó que «ser sostenible no es ni más caro ni más ineficiente», sino que es un «negocio rentable que cada vez va a serlo más». Reivindicó que su empresa «vende sostenibilidad» y que además cree en ella. Pero reclamó luchar también contra aquellos hábitos sociales que no ayudan a la lucha verde. «Fomentamos la ropa de segunda mano y combatimos el fast fashion», apostilló. Un «factor cultural», que Fresco coincidió en señalar como esencial. «Hay un debate falso sobre quién debe asumir el reto de la sostenibilidad, los gobiernos, las empresas o los ciudadanos. Pero es un trilema falso porque la respuesta es los tres», remató.