El Gremio de Artistas Falleros cierra el año con una pequeña fiesta que recupera una vieja tradición: plantar y quemar un proyecto de falla, con forma de árbol, el «Pí», que ahora se encargan de realizar los alumnos del primer curso del Ciclo Formativo. Una fiesta en la que se dan cita la historia, el presente y el futuro de la fiesta: artistas jubilados, en activo y aprendices. Y que tuvo sensaciones encontradas.

En el plano laboral, por las enormes contradicciones del oficio. El artista Manolo Martín reconocía que «se nos ha reconocido que el nivel de introducción en el mercado laboral de los estudiantes de los ciclos formativos es mucho mayor que en el de otros oficios». Es verdad que los nombres empiezan a aparecer como firmantes de monumentos falleros «y no pocos están trabajando también en talleres». Una pequeña luz de esperanza para los jóvenes que emplean dos años en tratar de ser artista. Muchos se quedan por el camino, pero otros empiezan a hacerse un hueco.

El maestro mayor, José Ramón Espuig, dio al bienvenida a los nuevos agremiados asegurando que «este trabajo, si de verdad os gusta, es espectacular. Te puedes tirar horas y horas de taller sin apenas darte cuenta». Pero la realidad es otra y dura. «os puedo decir que en el Gremio nos rompemos la cabeza para tratar de que este oficio sea digno y rentable,que hoy en día no lo es. Nos reunimos y peleamos con comisiones, federaciones, ayuntamiento, consellerias y Generalitat y todos coinciden que lo tenemos que arreglar nosotros, desde dentro de este gremio. A muchos los tenemos de nuestra parte, pero nosotros somos los que debemos estar unidos. Si no, no iremos a ninguna parte. Os invito a partir del 20 de marzo a que hagamos una asamblea tras otra para tratar de solucionarlo. Estoy seguro que lo tiene, por el bien de la fiesta y por todos nosotros».

Adiós a Paco Tomás y a Tarazona

Pero ayer también fue un día de luto para los profesionales. Sobre todo, para los «de toda la vida». Conforme se preparaban para recibir e izar la obra recibieron una llamada: «¡ha faltado Paquito Tomás!». Desaparece, a los 87 años, uno de los grandes clásicos de la fiesta. Su imagen se asocia a los años en los que fue el conserje del Museo del Gremio de Artistas, pero su trayectoria profesional fue impecable. No plantó nunca en Especial ni en Primera A, pero entre 1968 y 1996 produjo 80 fallas grandes, muchas de nivel medio-alto y, sobre todo, muy bien premiadas, incluyendo cuatro victorias de falla y tres de ingenio.

Apenas unas horas antes se había conocido también el fallecimiento de Alfonso Díaz Tarazona a los 75 años, un artista que compaginó una producción limitada en València con otra, más abundante, en poblaciones, además de colaborar en talleres de prestigio como los de Tortosa Biosca, Martínez Mollá o Vicente Luna.