Las actividades al aire libre y los programas de talleres se multiplican en verano. A pesar de que son una oportunidad de realizar actividades diferentes para todo tipo de colectivos- también los que incluyen a personas con diversidad funcional- pueden suponer, en algunas ocasiones, una fuente de riesgos vitales. La inclusión en los espacios requiere, según algunos colectivos, formación específica del personal para evitar sucesos catastróficos. En las últimas semanas, dos personas con diversidad funcional han perdido la vida mientras practicaban actividades de verano en campamentos y jornadas lúdicas.

A propósito del desgraciado suceso acontecido el pasado lunes en la piscina de Alaquàs, en el que un joven de 26 años perdió la vida mientras se bañaba, desde la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe) descartan que sea consecuencia de algún fallo en la atención a estas personas «puede ser casualidad que las dos muertes estén tan cerca en el tiempo, no podemos valorar esto». Sin embargo, sí hacen hincapié en las prevenciones necesarias para intentar evitar este tipo de sucesos. Así, destacan la importancia del papel de los monitores y la ratio de atención a las personas a su cargo.

«Es imprescindible tener en cuenta la ratio de monitores por persona», explican fuentes de la entidad que, añaden, «no es lo mismo tener una persona con un 80% de discapacidad física, que una con un 50%». Como mínimo, dicen las mismas fuentes, tiene que haber «un monitor por cada tres personas» aunque «todo depende del grado de dependencia del que hablemos». Asimismo, apuntan que «es necesario garantizar la formación de los monitores y voluntarios». Para Cocemfe es de gran importancia «seguir una serie de pasos para minimizar los riesgos porque es un colectivo que necesita más atención». En este sentido, apuntan que «hay que planificar bien las actividades y tener preparado un protocolo para cualquier incidencia».

Por su parte, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), cree que «debe haber un protocolo de cuidado más estricto en la atención a personas con discapacidad dependiendo del grado que tengan cuando se va a un albergue o cuando se hacen actividades al aire libre». En este sentido, fuentes de la agrupación explican que, además de la formación en profundidad que tienen monitores que forman parte de asociaciones de personas con diversidad funcional, es necesario que el personal de espacios públicos como albergues o piscinas «también tengan un mínimo de formación específica para dar apoyo a personas con discapacidad».

Inclusión como máxima

Hay una máxima principal y básica: la inclusión. Sin embargo, tal como apuntan desde Cermi, «Hay que prestar apoyos en condiciones perfectas para que esa persona pueda acceder al agua y no se encuentre sola». Y añaden fuentes de la entidad que, «aunque las personas siempre van acompañadas, no es motivo para descartar que el personal de la piscina o el albergue, en este caso, tenga unas nociones mínimas de apoyo en casos de riesgo», concluyen.