Ahora que casi llevamos un año de pandemia en la Comunitat Valenciana y que el número de contagios y hospitalizaciones ahoga las esperanzas de muchos de nuestros conciudadanos, ha llegado el momento crítico de valorar si las iniciativas que hemos desarrollado desde los poderes públicos durante estos meses plantean soluciones reales e inmediatas a la crisis sanitaria y económica que nos persigue y amenaza desde que el virus empezó a mezclarse entre nuestras vidas, allá por el mes de febrero del año pasado.

La tensión en el trabajo que hemos mantenido durante estos doce meses en las entidades locales ha sido permanente, y personalmente he sentido, desde el primer momento, la necesidad de liderar el combate frente a la pandemia, desde la primera línea, como máxima autoridad pública de la ciudad de Mislata. Sin duda, una de las prioridades desde esta alcaldía ha sido anticiparse a las complejas derivaciones que la enfermedad ha causado en nuestra ciudad.

Siempre, y en el ámbito de acción de nuestras competencias, hemos priorizado por encima de cualquier otra consideración o acción pública, el desarrollo de programas de asistencia social y ayudas económicas específicas frente al distanciamiento social y la pérdida de oportunidades que generaba esta enfermedad.

Primero lo hicimos durante el estado de alarma y, posteriormente, ejecutando acciones dirigidas a la reactivación económica, como por ejemplo ha sucedido con diferentes planes de estímulo al comercio y a los emprendedores, nuestro Plan Social de Empleo o el programa ‘Mislata Invita’ para incentivar al consumo en la hostelería, el pequeño comercio y las empresas de servicios, sectores que han visto truncada su actividad diaria y necesitan más apoyo que nunca.

En el presente, convivimos con los contagios y las malas noticias que lleva aparejadas esta terrible tercera ola de la Covid en nuestra comunitat. La permanente evolución de unos datos que colocan cifras en rojo en el casillero de nuestros municipios dibuja un perfil de tristeza en nuestra área metropolitana, circunstancia a la que únicamente se debe responder con eficacia en la gestión municipal. Después de todo, como dijo H. Jackson Brown, “la oportunidad baila sólo con aquellos que están en la pista de baile”.

Esa oportunidad, en circunstancias de crisis, se convierte en exigencia de trabajo y ejemplaridad para cualquier alcalde o alcaldesa que demuestre afecto por su ciudad, por su pueblo.

Este escenario de máxima incertidumbre actual altera nuestras vidas, preocupa a nuestros vecinos y condiciona toda la actividad económica de sus empresas y comercios.

Precisamente es ahora, cuando la administración y sus instituciones están obligadas a subsanar este proceso de crisis generalizada, activando todos los mecanismos que nos permite desarrollar nuestro modelo de Estado de bienestar, que garantice y subsane las deficiencias del neoliberalismo. En este momento, debemos responder con audacia y firmeza ante las consecuencias de esta crisis, que solo podemos salvar unidos y de manera coordinada.

Quiero acabar citando a otro insigne estadounidense para reafirmar esta reflexión, el presidente John Fitgerald Kennedy, que también debió salir a bailar cuando las circunstancias no le eran nada propicias y afirmó con acierto que «nuestro vínculo común más básico es que todos habitamos este planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos apreciamos el futuro de nuestros hijos, y todos somos mortales». Aprendamos, por lo tanto, algo de nuestra propia historia.