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Las 40 primaveras del Fernando de los Ríos

Actualmente alberga a cerca de 290 alumnos

Una de las promociones del centro

¿Se podría disociar de las escuelas el concepto de ‘primavera’? Un poeta –¿Neruda?– sentenció que «la primavera es inexorable» y, justo por estas fechas, el colegio Fernando de los Ríos de Burjassot acaba de cumplir cuatro décadas de andadura, cuarenta primaveras. Se dice pronto. Y fácil. Pero hacer crecer un centro educativo y mantenerlo durante generaciones requiere un esfuerzo y dedicación al oficio impagables, solo al alcance de personas con vocación.

A inicios de la primavera de 1981 –el 27 de marzo–, el Ayuntamiento de Burjassot acordó bautizar con el nombre de Fernando de los Ríos unas instalaciones que, ubicadas en el barrio de las 613 Viviendas, se levantaron con el fin de «ofrecer una educación pública de calidad» y «compensar las posibles deficiencias culturales y sociales en la barriada». De hecho, desde su construcción en la década de los años 70 del siglo pasado, el barrio constituye «una experiencia de lucha contra la exclusión social y urbana». La edificación del colegio en honor de un icono del pensamiento socialista, que oficialmente se inauguró en enero de 1982, fue fundamental en los proyectos de regeneración de las 613 Viviendas.

Actualmente, el Fernando de los Ríos dispone de 6 unidades de Infantil y 12 de Primaria que albergan un total de 284 alumnos. La mayoría son del barrio; un 10% proceden de familias inmigrantes. Amplios aularios, comedor, un patio con distintas pistas deportivas y un cuidado huerto, entre otros espacios, configuran una escuela que recibe a la comunidad educativa y vecindario con un colorido grafiti junto a la puerta: «Disfruta aprendiendo».

Un colegio lleno de alegría

Terminados sus estudios universitarios, la maestra Amparo Sánchez ingresó en el centro como educadora en el comedor. Corría el año 1985. En aquel momento el paro, la precariedad laboral y la delincuencia, entre otras dificultades socioeconómicas, campaban por la barriada. Estas circunstancias no impidieron que la profesora iniciara su trabajo en el Fernando de los Ríos «deseosa de sentir la escuela y cómo era la vida diaria». Según relata, encontró un colegio «lleno de alegría donde se celebraban las fallas, los carnavales, las fiestas de fin de curso», además de conocer «unos profesores que intentaban que los alumnos siguieran el ritmo de las clases y aprendieran para seguir los estudios en el instituto».

Una de las promociones del centro

El problema del absentismo

A partir de la década de los 90 el absentismo escolar empezó a dejar de ser un grave problema. El alumnado «normalizaba la escuela y la asistencia». También cambiaba el barrio. Con la llegada del nuevo milenio, el colegio se implicó definitivamente en «la planificación e implementación de proyectos integradores que ayudan a dar respuestas educativas desde una perspectiva inclusiva y con la firme determinación de fomentar la tolerancia y prevenir la conflictividad». Desde entonces son numerosas las iniciativas en las que viene participando el Fernando de los Ríos. Así, por ejemplo, en 2007 emprendió las actividades del programa Educarte «basado en la introducción de las artes en la escuela como medio para favorecer la riqueza cultural, el mestizaje e intercambio, así como la integración social y la prevención de la violencia y el racismo» lo que, en suma, «contribuye a la formación de una ciudadanía participativa desde el respeto a la diversidad».

Mejorar la convivencia

En palabras de Amparo Sánchez, que desde 2005 hasta el pasado curso ejerció de directora, se trata de «mejorar la convivencia en la escuela y también los resultados académicos de los alumnos», lo que revierte en «la mejora del barrio». En estos momentos, el centro se halla inmerso en tres nuevas aventuras: el proyecto piloto «A prop», en colaboración con el departamento de Educación del Instituto Valenciano de Arte Moderno; el proyecto «Patis educatius», como alternativa a la concepción tradicional del recreo, y el proyecto «Círculos de diálogo», una propuesta de convivencia positiva.

Por su parte, la maestra Amparo dejó el presente ejercicio la dirección para volver a las aulas y trabajar de forma más directa con esos grupos de niños y niñas que –cada año– inexorablemente hacen nacer la primavera.

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