Cementerio

La eternidad masónica de Buñol

El cementerio civil mantiene al menos 40 tumbas con simbología de las logias que tuvieron presencia en la Hoya

David Laguía

David Laguía

Compases abiertos de dos puntas, ojos que todo lo ven, escuadras, triángulos equiláteros, flores del pensamiento, ramas de acacia unidas, cruces en «X», plomadas, gorros frigios, mariposas, palmas de bambú, ramas de olivo, manos entrelazadas, columnas truncadas... Son algunos de los símbolos presentes en el cementerio de Buñol que recuerdan la influencia que ejerció durante décadas la masonería en este municipio valenciano. El 21 de diciembre de 1938 Franco -en su lucha contra la supuesta «conspiración judeo-masónica-comunista-internacional»- llegó a decretar que todas esas inscripciones o símbolos de carácter masónico que pudieran molestar a la Iglesia Católica debían ser eliminados en dos meses. Sin embargo, en el camposanto de Buñol no solo aguantaron ese período de tiempo, sino que hoy todavía resisten en un camino hacia la «eternidad».

El origen de estos símbolos masónicos se encuentra en el año 1886, cuando se creó en Buñol un cementerio civil -junto al católico- para aquellas personas que no profesaran la fe cristiana. Allí, entre las más de 400 tumbas que componen el camposanto, fueron enterrados al menos 40 maestros de la masonería, según se puede descubrir a través de los símbolos que singularizan sus nichos. Ya en su entrada, un triángulo equilátero con la escuadra masónica en su interior sobre la puera del camposanto anticipa a los visitantes lo que se pueden encontrar allí entro. En ese sentido, el libro Acercamiento de la Simbología Masónica del Cementerio de Buñol (Valencia), de Rafael Casero, ofrece una exhaustiva recolección de cada uno de los signos relacionados con la masonería del camposanto buñolero.

Pero ¿cómo aguantaron estos símbolos en el cementerio durante toda la dictadura de Franco si este había ordenado eliminarlos? La respuesta, según explican los vecinos, se encuentra en el equilibrio de fuerzas que permaneció entre simpatizantes políticos de la derecha y de la izquierda en una región en la que creció durante el siglo XIX un fuerte movimiento obrero respaldado sobre todo por los trabajadores de las industrias papeleras ubicadas en la zona. Y eso pese a la victoria del bando franquista durante la Guerra Civil. Unos y otros respetaron sus símbolos ante la posibilidad de que los contrarios se levantaran y provocaran disturbios.

No obstante, durante todo ese tiempo el camposanto civil y el católico se mantuvieron separados por un muro. Ya con la llegada de la democracia a España, el Ayuntamiento de Buñol convino eliminar la división entre ambos cementerios y los unió. Para ello, se derribó una pequeña parte de la pared en la zona más cercana a la entrada principal de ambos camposantos. Desde entonces, ambos conforman el cementerio municipal de Buñol, en el que, además, en 1995 se instaló un gran obelisco piramidal con distinta simbología masónica entre las dos partes del camposanto en homenaje a su singularidad, que atrae a muchos curiosos a lo largo del año.

Obras de restauración

El paso del tiempo, sin embargo, también hace mella en los cementerios. Uno de los techos de una zona de nichos de la parte del camposanto civil, en el que se encuentra la peculiar simbología masónica, se derrumbó. El Ayuntamiento de Buñol ya ha dispuesto una lona para proteger la construcción y, según confirmó la alcaldesa, Juncal Carracosa, ha logrado el compromiso de la Dirección General de Patrimonio de la Conselleria de Cultura para restaurar los nichos.

Ahora, con más de 130 años de historia y tras haber sobrevivido a una dictadura beligerante con la masonería, y con la protección del consistorio y las autoridades culturales, los moradores de las tumbas en las que aparece esta simbología masónica se garantizan así estar un poco más cerca de la «eternidad».