Conflicto en el Cáucaso

"Nos quieren matar de hambre": la situación desesperada de los armenios del Alto Karabaj

Respetados juristas internacionales sostienen que las políticas de Azerbaiyán son constitutivas de "genocidio" contra la población armenia

Supermercado con las alacenas vacías en Stepanakert, la capital del Alto Karabaj, el enclave secesionista sometido al bloqueo de Azerbaiyán.

Supermercado con las alacenas vacías en Stepanakert, la capital del Alto Karabaj, el enclave secesionista sometido al bloqueo de Azerbaiyán. / FOTO CEDIDA POR EL DEFENSOR DEL PUEBLO DEL ALTO KARABAJ.

Ricardo Mir de Francia

Las rutinas de Gayane Grigoryan hace meses que entraron en terreno desconocido. Cada mañana se levanta al alba para ponerse en cola frente a la panadería con la esperanza de recibir media hogaza racionada de pan. Luego camina varios kilómetros hasta la universidad, donde da clases de inglés, un viaje forzoso a pie por la falta de combustible para el transporte. Al salir del trabajo, pasa la tarde llamando a familiares y amigos en busca de patatas, verduras, aceite o cualquier cosa con la que alimentar a sus tres hijos. No hay mucho donde elegir: la única comida que queda en el enclave es la que se produce en las huertas de minifundio y los campos de cultivo, estos últimos, también asediados militarmente. "La gente tiene mucho miedo. No sabemos qué pasará cuando llegue el invierno. Necesitamos ayuda urgente de la comunidad internacional", dice esta mujer de 41 años al otro lado del teléfono. 

Como les sucede al resto de armenios del Alto Karabaj, unas 120.000 personas que constituyen el 95% de la población, Grigoryan se dedica únicamente a sobrevivir desde que Azerbaiyán bloqueara hace nueve meses la única carretera que une el territorio con Armenia. El llamado corredor de Lachin, por el que entraba el 90% del comercio exterior de este empobrecido enclave montañoso del Cáucaso que declaró su independencia de Bakú en 1991, una maniobra sin reconocimiento internacional que ha dado a pie a dos guerras entre la Armenia cristiana y el Azerbaiyán musulmán desde entonces. La nueva república secesionista adoptó el nombre de Artsaj y levantó unas instituciones que siguen gobernando 'de facto' el territorio.

La soga del bloqueo no ha dejado de tensarse. Desde mediados de junio, Azerbaiyán ni siquiera permite la entrada de ayuda humanitaria. Ni comida. Ni medicinas. Ni pañales. Ni productos de limpieza. Tampoco combustible. Un bloqueo sin fisuras que ha dejado las tiendas vacías y ha obligado a racionar el pan a razón de 200 gramos diarios por persona. La malnutrición empieza a ser rampante. "Nos quieren matar de hambre. Es una estrategia de terror psicológico para que nos marchemos. Bakú quiere quedarse con el territorio, pero sin su población armenia”, afirma Grigoryan en una conversación con EL PERIÓDICO. El candado del corredor de Lachin es tan impenetrable que solo se permite la salida de enfermos en situación crítica, evacuados en convoyes de la Cruz Roja.  

Farmacia en Stepanakert con las estanterías vacías debido al bloqueo impuesto hace nueve meses por Azerbaiyán sobre el enclave secesionista del Alto Karabaj.

Farmacia en Stepanakert con las estanterías vacías debido al bloqueo impuesto hace nueve meses por Azerbaiyán sobre el enclave secesionista del Alto Karabaj. / FOTO CEDIDA POR EL DEFENSOR DEL PUEBLO DEL ALTO KARABAJ

Crisis humanitaria y acusaciones de genocidio

Con la devastadora invasión rusa de Ucrania todavía en marcha, la crisis en el Alto Karabaj apenas ha movilizado a la comunidad internacional, a pesar de las advertencias de diversos organismos. El pasado mes de febrero la Corte Penal Internacional (CPI) ordenó a Bukú la reapertura del corredor de Lachin y, en agosto, Naciones Unidas exigió el levantamiento del bloqueo para paliar la "acuciante crisis humanitaria". Desde entonces, respetados juristas internacionales sostienen que las políticas de Azerbaiyán son constitutivas de "genocidio" contra la población armenia. 

"Este genocidio no implica crematorios ni ataques a machetazos. Pero el bloqueo de comida, aceite, medicina y otros bienes esenciales debería considerarse un genocidio", escribió en agosto el que fuera fiscal jefe del CPI, Luis Moreno Ocampo. No está solo en su interpretación. "El bloqueo tiene intenciones genocidas, ya que busca eliminar a la población de Artsaj, ya sea a través del desplazamiento forzoso o de la hambruna colectiva", dijo en agosto el Instituto Lemkin para la Prevención del Genocidio. La crisis todavía no ha llegado a ese punto, pero pocos se atreven a descartarlo si la situación se prolonga. A mediados de agosto murió la primera persona por malnutrición, según las autoridades locales, mientras que los abortos involuntarios se han cuadriplicado desde el inicio del bloqueo.

Integración o expulsión

El Gobierno azerbaiyano de Ilham Aliyev no oculta sus intenciones. Tras haber recuperado el control de todo el territorio que rodea el Alto Karabaj en la guerra de 2020, exige a su población que renuncie a la secesión o la unión con Armenia, desmantele las instituciones de Artsaj y se integre en Azerbaiyán adoptando su ciudadanía. "Los separatistas del Karabaj deben entender que solo tienen dos opciones: o aceptan vivir bajo la bandera de Azerbaiyán o se tendrán que marchar", dijo el presidente azerbaiyano en abril. Ese mismo mes levantó un 'checkpoint' en el corredor de Lachin y el 15 de junio lo cerró del todo vetando también la entrada de ayuda humanitaria. "Todo hace indicar que Bakú ve el ‘checkpoint’ como una forma de afirmar su control sobre un territorio que legalmente le pertenece, pero que está fuera de su alcance según los términos del armisticio", sostiene el Crisis Group, una organización dedicada a la resolución de conflictos.  

Tras el armisticio de hace tres años, alcanzado con la mediación de Moscú, unos 3.000 soldados de paz rusos se desplegaron en la zona como garantes del acuerdo, que estableció la libertad de movimientos a través del corredor que comunica el Alto Karabaj con Armenia. Pero Azerbaiyán se ha saltado sus términos a la torera sin que los militares del Kremlin hayan movido un dedo. 

"Aquí hay una operación de limpieza étnica en marcha, pero el mundo no mueve un dedo porque le interesa el gas de Azerbaiyán", protesta el exdiputado armenio y activista de los derechos humanos, Tevan Pogoshyan. El grueso de su familia vive en el Alto Karabaj. "Los padres no pueden alimentar a sus hijos; los ancianos están atrapados, y las embarazadas y los enfermos no llegan a los hospitales porque no hay gasolina. La situación es catastrófica", clama al otro lado del teléfono.

La economía está paralizada. Y la falta de combustible complica enormemente la recolección de los productos del campo y su traslado a destino. A lo que habría que añadir las denuncias documentadas en vídeo que acusan a los militares azerbaiyanos de disparar contra los agricultores que trabajan en las tierras del perímetro del Karabaj. "El trigo no se está recogiendo porque disparan con francotiradores y drones", afirma Pogoshyan desde Ereván. Hay también cortes diarios de electricidad escasez de gas debido a las frecuentes interrupciones del suministro dictadas desde Bakú. 

Amenaza de una nueva guerra

Como parte de su estrategia para tomar progresivamente el control del Alto Karabaj, y al mismo tiempo defenderse de las críticas crecientes contra el bloqueo, Azerbaiyán se ha ofrecido a permitir la entrada de ayuda humanitaria a través de una de las carreteras que une el Karabaj con el resto de su territorio. Pero tras décadas de conflicto, miles de muertos y campañas de limpieza ética en ambos bandos, la resistencia de los armenios a aceptar la "ayuda" del enemigo --el mismo que los mantiene sitiados-- es mayúscula. "Todo esto es una estratagema para forzar nuestra integración en Azerbaiyán. La historia ha demostrado que no podemos convivir en paz. Queremos ser parte de Armenia", dice Gayane Grigoryan, la profesora de inglés. 

A pesar de esas reticencias, este mismo martes entró un primer convoy de ayuda humanitaria a través de una de las carreteras azerbaiyanas, la primera vez que las autoridades del Alto Karabaj permitían algo así en más de tres décadas. Toda una muestra de la situación crítica de la población, que teme también la reanudación del conflicto armado en cualquier momento. "Queremos paz, pero pase lo que pase no nos vamos a marchar", afirma desafiante Grigoryan.

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