Silencio, se rueda… todos nos acordamos del póster de las consultas médicas donde estaba fotografiada una enfermera rubia, guapa, delgada, impecable con el dedo en los labios pidiendo silencio. Estamos en unos tiempos en los que esta enfermera ficticia nos persigue, se nos pide silencio por todo y ganas de callar no nos faltan, porque la tristeza duele, hunde y hace que uno agache la cabeza y la vista. Pero no, no debemos. Ahora menos que nunca, ante las sentencias excesivas, ante este mundo al revés que asoma. El juez Garzón ha sido inhabilitado por salvaguardar el Estado de Derecho y la democracia. ¿El Estado de quién? ¿Once años por unas escuchas ilegales a quién? Se pide silencio y respeto y se nos explica que claro la justicia de ley nos choca. Pues sí, nos choca que un gran magistrado reconocido fuera de su propio país, con un curriculum y una carrera de vértigo en contra del terrorismo, el narcotráfico, los crímenes de la humanidad y la corrupción, que no ha agachado nunca la cabeza ni callado, lo siente en el banquillo su propio país, no una vez, sino tres. Por defectos de forma parece, no se deben realizar escuchas para según qué delitos. Es la crónica de una muerte anunciada. Parece que no entendemos, pobres ignorantes, no nos cabe en la cabeza que la justicia no sea justa.