Hay una auténtica obsesión por traducir palabras en público para acercarlas a nuestros idiomas y así hacer que parezcan mucho más auténticas. Una de las obsesiones ha sido rotular las calles con nombres que no son los auténticos; hemos visto en Valencia placas que decían, por ejemplo, «Carrer de Colom» „¿se referirían a algún palomo?„ o «Carrer de Gonsales Martí» „sí, con ese en vez de con zeta. Pero es curioso que una calle rotulada en recuerdo de un valenciano no se hayan atrevido a trasladarla al idioma regional; resultaría curioso llamar «Carrer de Jordi Joan».

En muchos lugares vemos rótulos adaptados a nuestro hablar valenciano, pero junto a ellos se mantienen otros en lengua extranjera. Por ejemplo, en algún centro hospitalario hemos visto el cartel «Urgències», pero a pocos metros del mismo hay otro que dice «parking». ¿Por qué no escriben «aparcament»?

Nos hemos pasado mucho en eso de adaptar los términos nacionales o extranjeros a nuestro lenguaje corriente. Dejemos todo como está „o estaba„, que las fronteras son artificiales y el hablar las traspasa y hace que todo deba referirse a su habitual decir. Y no suframos porque se pueda ir perdiendo un idioma. Importante era el latín y ya no es lengua oficial ni coloquial en ningún país, ni siquiera en la liturgia. Rafael Brines. Valencia.