Blasco Ibáñez escribió su última novela en su retiro, en el año 1927, en el chalé Fontana Rosa en Menton (Francia), ya algo enfermo de la mortal complicación de su diabetes, pero la cercanía a Montecarlo y su casino (curiosamente la distancia de Valencia a Puçol y al entonces casino de Monte Picayo) no le impidió codearse con la alta aristocracia, que frecuentaba Montecarlo, escribiendo también en ese momento el compendio Novelas de amor y muerte. Pero la última de su vida fue El fantasma de las alas de oro. El discurso en homenaje a Victor Hugo en París fue también su última aparición pública, recibiendo como siempre una gran ovación, puesta la audiencia en pie. Falleció Blasco Ibáñez el 28 de enero 1928, ayer hace 90 años, siendo aquella última obra publicada póstumamente, el 10 de noviembre de 1930 por la Editorial Prometeo.

El 28 de octubre de 1933, los restos mortales de Blasco Ibáñez tuvieron solemne y conmovedora entrada en València. El escritor había dicho el 17 de mayo de 1921 en un discurso pronunciado en el Cabanyal: «Quiero descansar en el más modesto cementerio valenciano, junto al "mare nostrum", que llenó de ideal mi espíritu; quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra de Valencia, que es el amor de todos mis amores».

Siendo lector y seguidor de la vida y narrativa de Blasco Ibáñez, no había llegado a leer El fantasma de las alas de oro, y ahora me ha sido posible por habérmelo obsequiado Roberto Cifre, secretario de la casa-museo Blasco Ibáñez, en la Malvarrosa de Valencia. Nos retrata el juego del Casino de Montecarlo, los negocios de magnates en esa parte de la Costa Azul, pero también el amor, la aristocracia frente al tapete y su fanfarria, incidiendo en un principal trío de personajes que servirán siempre a una crítica de aquel ambiente. El fantasma de las alas de oro es una visión que tienen algunos jugadores del casino, que es como si fuese la suerte que tendrán si se les parece este fantasmagórico personaje. Francisco Javier Sotés Gil. València.