Como educador (y supongo que no solo como educador) creo que quizá aún no hemos caído del todo en la cuenta de la excepcionalidad que supone, también para el mundo educativo, el tiempo que estamos viviendo. No hay normalidad para tiempos acosados, habría dicho Brecht.

Creo también en el principio básico de la evaluación justa y que, en las actuales circunstancias, dicha justicia ha de pasar tanto por reconocer el trabajo del alumnado que se ha ido esforzando durante este curso, como por no penalizar a quienes -por las dificultades del tipo que sean- no han podido o sabido adaptarse a las modalidades de "aprendizaje a distancia", en cualquier caso inédito para todos (alumnos y educadores) durante este último trimestre de días confinados.

Por consiguiente, el gobierno central y las autoridades educativas autonómicas (todas ellas) deberían decretar, para la totalidad del alumnado en este país, que la nota de este extraño curso acabara siendo finalmente la media de sus dos primeros trimestres. Pero también, por el mismo principio de justicia, habría que calificar con un 5 generalizado a todo alumno que en cualquier nivel pudiera llegar a suspender con dicha medida. Seguramente solo sería una cuestión de estrategia (política y docente) el hacer oficial una decisión de este calado durante la primera semana del mes de mayo.

La repetición quedaría (como ocasional herramienta educativa que siempre debería ser) solamente reservada, y en situaciones personales muy extremas, para un reducidísimo número de casos.

Quizá porque puede que también sea ahora tiempo de releer aquella parábola que, en Mateo 20, nos hablaba de la justicia verdadera que habríamos de hacernos, para circunstancias límite, en los pagos justos de un jornal.