Ante un problema como la pandemia que nos amenaza desde hace un año, es inevitable intentar buscar chivos expiatorios. En esta ocasión, a los jóvenes se nos considera los culpables de todo, ya que somos la cara más visible del desacato social. Día a día vemos en las noticias fiestas ilegales que provocan numerosos contagios. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Vivimos con miedo de contagiar a nuestros seres queridos, especialmente a nuestros abuelos. No somos ningunos inconscientes y estamos hartos de que se nos criminalice por el hecho de ser adolescentes.