Transcurridos ya más de dos años sufriendo una pandemia que ha alterado el modelo de convivencia y que exige una responsabilidad ciudadana sin precedentes para contener los zarpazos de un virus que ha cambiado nuestras vidas, persisten inadmisibles incumplimientos. Concretamente destaca la desobediencia a la prohibición de fumar en las terrazas de los bares y restaurantes que se decretó en marzo de 2020. Es imposible no constatar en cualquier terraza de un bar a personas incumpliendo esta norma, que tan solo pretende reducir los riesgos de contagio de la COVID-19, por el efecto del aire potencialmente contaminado que podría exhalar un fumador en un espacio público. Una prohibición que debería extenderse a la vía pública en su totalidad.

Cabe subrayar que cuando los efectos del confinamiento azotaron la cuenta de resultados de las empresas de hostelería, la sociedad se hizo eco de que había que ayudar a estas a recuperarse, pero hoy se echa de menos el compromiso y la responsabilidad de los bares en hacer cumplir una norma tan sencilla dictada en favor de la salud de todos.

Al mismo tiempo la policía local, responsable asimismo de hacer cumplir la norma, parece permisiva en exceso a este incumplimiento y los ciudadanos si recriminan esta incívica actitud se exponen a recibir respuestas de talante muy variado.

Como mal menor la hostelería debería reponer los ceniceros, para que las aceras y espacios ocupados por las terrazas de los bares no sean el destino natural de las colillas, de tal modo que estas no acaben finalmente en los alcantarillados lo que conlleva un prolongado efecto dañino en el medio ambiente. Una vez más se está golpeando a la ninguneada sostenibilidad y no cabe pensar en la conciencia ciudadana porque es utópico, lamentablemente.