Hay un aire viciado en los cenáculos donde antaño habitaba un levantinismo insobornable. En los últimos tiempos muchos granotes han perdido afecto por el club, identificación con él. Y es que se ha gestado un abismo entre sus estamentos y la grada, como venimos advirtiendo desde hace tiempo. Con ello se ha truncado lastimosamente la posibilidad de un crecimiento que de ninguna manera podía, ni debía, estar en sintonía con la evolución de la mayoría de clubes, que han pretendido transformar al hincha en mero cliente. ¿Por qué los directivos han consentido y auspiciado la pérdida de este activo, del vínculo sentimental de miles de personas con su entidad? La respuesta es evidente: con la transformación de los clubes en SAD, la mayoría tienen un amo plenipotenciario al que molesta que la grada tenga «demasiada» voz.

No es el caso del Llevant, que es de los levantinos; no de Quico ni de sus hombres de confianza, quienes cometieron el error de desoír los consejos prudentes y diseñaron un crecimiento de espaldas a la identidad, al sentimiento y a las raíces, por mucho que apelen a ello. A diferencia de otros, ellos no son amos, sino gestores, pero también tuvieron miedo de una grada con voz propia. Por eso siguieron la misma estrategia de los demás: convertir hinchas en clientes y poner tierra de por medio entre entidad y afición. Quico, que es un gran gestor en líneas generales, desestimó la posibilidad de liderar el proceso democrático para construir un Llevant de todos.

Y de aquel polvo estos lodos. Hoy Orriols es un territorio de fuegos cruzados, de todos contra todos y sobretodo de ansiedad extrema, el clima idóneo para que las cosas vayan a peor, las coordenadas habituales de un descenso. Los mismos que hace quince días ovacionaron al equipo, cargaron contra él tras la derrota en Ipurua, donde se mostró, en general, indolente y donde, en concreto, Rubi tomó unas cuantas y sonadas malas decisiones. La más grave, volver a dejar en el banco a Camarasa. Nos estamos comportando como clientes que pagan por un espectáculo; no como los hinchas que atesoran este sentimiento centenario. Nos dejamos llevar por la estulticia esquizoide de Jugones, Manolos, etcétera y su plomiza forma de entender esto. Qué sabrán ellos de 39 años de plomo, vagando por las cloacas de nuestro fútbol y otras lindezas de este estilo. Sin embargo no es tarde. Muchos estamos dispuestos a recordar, de nuevo, que el «Levante somos nosotros». Estamos a tiempo de salvarnos del descenso, de volver a ser hinchas y de exigir, con toda la firmeza que nos ampara, que la mojiganga de la Fundació se convierta en un proceso real de democratización.

Sí, estamos a tiempo de salvarnos. Es difícil, pero sin ninguna duda es mucho más fácil que volver a ascender el año que viene. Algunos desmemoriados han afirmado esta semana que estamos como en la campaña 2007-08, cuando descendimos colistas. Nada de eso. Aquel año, tras la jornada 25 estábamos a 13 puntos de la salvación. Éste, si vencemos al Getafe, podríamos estar a 2. La diferencia es abismal. Sin embargo, no va a ser fácil. Hay que sacar al menos 23 puntos más. Por ejemplo ganando en Orriols a Getafe (por supuesto), Valencia, Sporting, Espanyol y Athletic; y en Granada y en Vallecas. Y empatando en el Madrigal y el Villamarín. Es difícil pero se puede. O perder en Vila-Real pero empatar ante el Athletic y ganar en Anoeta€ Hay muchas combinaciones plausibles, pero todas ellas pasan por vencer al Getafe, recuperar las sensaciones y la autoestima y ver de nuevo el vaso medio lleno. Para que eso suceda, todos nosotros tendremos que ser hoy hinchas, no clientes. Y a la semana que viene. Y a la otra. Y siempre.