Condenados a la desilusión (0-1)

El Levante, al que le anularon un gol por mediación del VAR en el último segundo, sufre una derrota dolorosa contra el Cartagena que dificulta, más si cabe, la ilusión de entrar entre los seis primeros

Levante-Cartagena

Levante-Cartagena

Rafa Esteve

Da la sensación, en las últimas fechas, que en el Ciutat de València está prohibido coger el timón de la ilusión. Parece mentira, pero es una realidad. Nunca antes los sueños se tambalearon tantas veces tratándose del Levante, aunque, según avanza el tiempo, la realidad comienza a ser cruel y dolorosa. No solo son las heridas del pasado, sino también los golpes del presente. Aquellos que impiden dar un golpe sobre la mesa, abandonar la lástima y afrontar el futuro con convencimiento, sabiendo que sucederán acontecimientos tan buenos como inolvidables de tanto perseguirlos.

El Levante pelea, lo intenta, pero la vida le da siempre la espalda. La derrota contra el Cartagena, dolorosa y cargada de frustración y rabia, pone, más empinado aún, el sueño de entrar entre los seis primeros. Y eso que, en el último suspiro del partido, Bouldini igualó el tanto de Bouldini, pero, en el intento de remate, Muñoz, por mucho que no sepa dónde se encuentra el balón, desvió la trayectoria tras impactar con la mano. Cordero Vega, mediante el VAR, y después de una actuación tan ausente de personalidad como llena de imprecisiones, anuló un gol que hubiera abierto un hilo de esperanza. Sin embargo, nada esconde la realidad del Levante. Una realidad muy dura.

Fue el fin de semana perfecto. Todo salió a pedir de boca. Perdió el Sporting de Gijón y el Oviedo, y empataron el Racing de Santander, el Burgos, el Espanyol y el Elche. Los dos últimos, entre sí. Sobraron argumentos para acudir al Ciutat de València ilusionado, con ganas de vivir una tarde emocionante, y de sentir la euforia descontrolada de pisarle los talones a la promoción de ascenso a Primera. Sin embargo, Orriols, de tantos reveses recibidos, capaces de tumbar al más duro y fuerte, fue con anestesia, por si acaso, para asumir cualquier desenlace fatídico. No obstante, no fue un impedimento para remar y animar, sin descanso, a un equipo que, consciente del gran valor de los puntos, fue con todo. Como de costumbre, pero, esta vez, el margen de error era mínimo. Volver a fallar era imperdonable.

Pese a ello, el Cartagena, más tranquilo desde su victoria en la última jornada contra el Oviedo, no quiso arriesgar en exceso. El empate, quizás, le servía para distanciarse de la pelea por no caer a los infiernos, por lo que priorizó actuar con cabeza, resguardado en su territorio, y sin arriesgar. A los de Orriols el empate le valía para recortar puntos con la sexta plaza, pero, ni mucho menos, para dar argumentos sobre los que convencer al resto de sus opciones de entrar en play-off. Solo valía ganar, y Sergio Lozano, en los primeros compases, y después de una buena cesión de Roger Brugué, cazó un balón que se marchó por poco. El cuadro de Julián Calero, ante su forma de afrontar el partido, obligó a los levantinistas a atacar la portería de Raúl Lizoain mediante distintos métodos, y Giorgi Kochorashvili, en dos ocasiones, probó desde larga distancia.

No obstante, los fantasmas volvieron a sobrevolar por alrededores del coliseo de Orriols cuando Ortuño, a la media hora de encuentro, perforó la portería de Andrés Fernández cazando un balón largo desde atrás de volea. El ‘9’, rematando en posición antirreglamentaria, desestabilizó la moral de una afición que, a caballo entre el miedo y la tensión, tiene temor de quedarse otra temporada en la cuneta de la Segunda División. Si, además, el colegiado, Cordero Vega, se tomó el partido por el pito del sereno, interviniendo tarde y mal en cada una de sus decisiones, los nervios se alteraron.

En la segunda parte, sin embargo, el Cartagena decidió dar un paso hacia adelante. Ser prácticos, pero con verticalidad y convencimiento. Ahí aparecieron Luis Muñoz, lanzando un disparo desde fuera al que Andrés Fernández respondió con una solvente parada, e Iván Calero, quien, tirando de empeine, casi encuentra la escuadra de la meta levantinista. No obstante, el Levante, topándose de manera constante con la muralla cartaginense, encajó un gol de los que duelen. Cuando insistes sin cesar y, sobre todo, cuando debes contar los encuentros por victorias. Calero, buscando el segundo palo, encontró la cabeza de un Ortuño que puso el primero en el luminoso del Ciutat. Para gloria de un Cartagena enloquecido, y para rabia de un Levante al que no le sale absolutamente nada.

Los minutos posteriores a la diana del ‘9’ visitante fueron una condena. El conjunto de Miñambres lo intentó de todos los colores, pero en ninguna de esas veces le sonrió la suerte. Lo probó Pablo Martínez, con un disparo desde lejos que se fue lamiendo el palo. También Dani Gómez, quien apurando línea de fondo, y tras deshacerse de su oponente, intentó sorprender a Raúl Lizoain, y a diez del final, Musto le sacó un balón casi en la línea. Bouldini, de hecho, terminó anotando, pero en posición antirreglamentaria. Y aunque todo el mundo fantaseó con un gol desde la frontal del área de Carlos Álvarez, el arquero visitante intervino el lanzamiento sin apenas complicaciones. No obstante, Bouldini, con el tiempo de descuento prácticamente cumplido, anotó el gol del empate, pero, en el transcurso de la acción, Muñoz desvió el balón con la mano. Una derrota dolorosa. Sobre todo, porque al Levante se le puso todo de cara. Pero, otra vez, volvió a desilusionar a su parroquia, como si estuviera prohibido soñar con salir de la mediocridad.