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Orriols alto

Sede vacante en el Ciutat

Sede vacante en el Ciutat

La última Junta General de Accionistas del Levante, celebrada en diciembre, sirvió para renovar por 5 años más el mandato del Consejo de Administración encabezado por Quico Catalán, garantizando la continuidad de una estructura de poder unívoca bajo el mando formal de una Fundación teledirigida, dominada por una minoría mayoritaria, y con nulas perspectivas en el horizonte más cercano de renunciar a su control accionarial sobre el club. Todo ello bajo una premisa clara: venta de acciones (limitada), sí. Democratización, no.

Gracias a una gestión prudente y responsable, la supervivencia de la sociedad ha dejado de ser el elemento nuclear en la estrategia en los despachos del Ciutat, por lo que, tras años de economía de guerra y sometimiento al pago de la deuda, este nuevo quinquenio se aventuraba como el momento idóneo para apostar por un nuevo ciclo de expansión y crecimiento.

La atípica temporada que se ha vivido en Orriols -plagada de sobresaltos histriónicos y con enormes dudas en la parcela deportiva- ha concluido con el desahogo del objetivo de la permanencia cumplido, tras meses de angustia y caída libre, pero también con la invariable impresión entre la hinchada de una entidad que ha vivido en estado de espera durante meses, lanzando a la basura un intangible tan valioso como el tiempo para enmendar errores y prepararse mejor, con la única prioridad de salvar los muebles ante la opinión pública, y amortiguar con ello, una posible caída al pozo que felizmente no se ha consumado.

Por otra parte, la esperpéntica gestión de la salida de Tito al frente de la dirección deportiva -dilatada inexplicablemente en el tiempo durante más de medio año repleto de filtraciones y puñaladas al más puro estilo Juego de Tronos- ha terminado por provocar un atípico escenario de sede vacante justamente en el momento más importante para determinar el flujo de entradas y salidas de jugadores.

Asimismo, el repentino anuncio del aplazamiento de las reformas en el estadio, ha puesto de relieve que en este curso no se han dado pasos hacia atrás, pero tampoco ninguno hacia delante. En definitiva, ha transcurrido una temporada en la que ha reinado una ambiente de estancamiento, con muchas dificultades y resistencias internas para tomar decisiones valientes, condicionadas por una línea comunicativa institucional conservadora cuyo criterio parece anteponerse por encima de todo en demasía. El reto pendiente pasa por una consolidación en la máxima categoría del fútbol español que propicie de forma real el impulso necesario, y prometido, con las miras puestas en aprovechar la oportunidad histórica que se le ha brindado al club, con una estructura fuerte y una ambición de futuro clara, cosa que a día de hoy, una temporada después, a pesar de los anuncios estrella y los vídeos corporativos, continua pendiente de tomar cuerpo.

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