Las tiendas de ultramarinos son historia y ahora incluso los hornos tradicionales empiezan a bajar la persiana (en Senija cerró a principios de enero la panadería Sant Antoni, que llevaba 80 años abierta y era la única del pueblo). Los cascos antiguos se quedan sin comercio. Sí se abren bares y restaurantes. La gastronomía está de moda. Pero esa oferta es más para turistas. Los vecinos de siempre sienten que a las calles les falta la vida de las tiendas.

De la importancia que tuvo el comercio de pueblo quedan pistas. En la Plaça de l'Ajuntament de Pego, todavía queda el rastro desdibujado de dos antiguas tiendas. Los letreros, ya descascarillados, de una antigua carnicería y de una tienda de comestibles y salazones (estas tiendecillas tenían alma de colmado) evocan ese modelo en vías de desaparecer de comercio de proximidad y de trato de tú a tú. Estos letreros deberían conservarse para siempre.

En Pego, también se ha salvado un plafón cerámico situado en una fachada de una casa que remite a la economía de otro tiempo. Reza: «Fábrica de anisados aguardientes y licores». Pego tuvo tradición de destilar excelentes espirituosos.