Las raíces de la memoria se hunden en el cementerio de Pego. Familiares de represaliados por el franquismo siguen depositando flores en el jardín del camposanto. No hay tumbas. Pero los testimonios de esos familiares y de otros vecinos de ya avanzada edad (la historia oral y a veces susurrada de las víctimas) apuntan a que en Pego hubo fusilamientos al acabar la Guerra Civil y que los cuerpos se arrojaron a dos fosas comunes en el cementerio. Esa «memoria callada» (expresión de Almudena Grandes que ayer parafraseó la secretaria autonómica de Cooperación y Calidad Democrática, Toñi Serna) saldrá ahora a la luz.

El Ayuntamiento de Pego y la conselleria de Justicia están decididos a hallar las fosas, exhumar los cuerpos e identificarlos y hacer posible que sus familiares los entierren con humanidad y dignidad.

Los expertos de ArqueoAntro, que son los que realizan el listado de fosas en todo el Estado, llevarán a cabo catas para intentar localizar las dos fosas comunes. Ya han tratado de encontrarlas con un georadar. Pero los resultados no han sido concluyentes. Los posibles restos óseos se confunden con las raíces de los árboles centenarios del cementerio.

La concejala de Cultura, Laura Castellà, indicó ayer que incluso saben la identidad de víctima del franquismo que podrían estar enterradas en estas fosas. Pero tanto ella como la secretaria autonómica advirtieron de que hay que ser extremadamente cautelosos y no dar por hecho que se van a poder recuperar los restos de los represaliados.

En cualquier caso, es de justicia desenterrar las raíces de la memoria y reparar a las víctimas.