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Arqueología

Un viajero irlandés en Sagunt

William Burton Conyngham fue a finales del siglo XVIII uno de los pioneros que excavaron el foro romano de la ciudad

Dibujo de Camarón en Sagunt encargado por Conyngham. levante-emv

William Burton Conyngham nació en el condado irlandés de Clare en 1733. Crecido en el seno de una familia rica e ilustrada, pronto se desarrollarían en él el gusto por los viajes y la atracción por las antigüedades, dos aficiones que reforzaría durante el inevitable Grand Tour, ese obligado recorrido por la Europa continental y con destino final en Italia que todo joven de su clase debía de acometer durante su formación.

La experiencia debió de impactarle porque su interés por los restos del pasado le acompañó toda la vida. En 1779 fundaría junto a algunos amigos la Hibernian Antiquarian Society donde desarrollaría aquella pasión por los vestigios de otros tiempos. Unos años más tarde, en 1783, Conyngham iniciaría un viaje por Portugal y España. Sus objetivos eran básicamente económicos, ligados a sus negocios agrícolas y comerciales. También políticos, porque tras la guerra de independencia americana la monarquía británica buscaba readaptar sus relaciones con la corona española.

Pero su obsesión por las ruinas le conducirían hasta un destino que le atraería más que su misión política y comercial: Sagunt. Conyngham llegó a València a principios de 1784. Lo hizo acompañado de varios dibujantes que tenían el cometido de reproducir todos los vestigios que hallaba en su camino. Entre ellos se encontraban Chaigneau y Camarón. Al primero le debemos diversos trazados de la planta y el alzado del teatro romano saguntino, el segundo nos dejaría diversos dibujos del edificio escénico de aquel espacio.

Pero el estudioso no se contentó solo con disfrutar de los restos que se encontraban en la superficie. Quiso dar un paso más y desvelar algunos de los secretos que se escondían en Sagunt. Por eso no dudó en financiar con sus propios recursos a varios trabajadores para excavar el foro de la ciudadela saguntina, dejando al descubierto toda su superficie de 5.500 m2. Fue la primera excavación que se hizo en la zona y en su ejecución no fue ajeno el interés del conde de Floridablanca por los trabajos promovidos por el irlandés. Aunque las malas lenguas afirmaban en Irlanda que la verdadera preocupación del conde es que el extranjero acabara encontrando las dos campanas de oro que según la leyenda estaban enterradas en Sagunt.

Mientras tanto, Conyngham se distanciaba en sus trabajos de la metodología más tradicionalista que optaba por enfrentarse a los restos a partir de la autoridad de los clásicos como Vitrubio o Pausanias. Él, por el contrario, prefería las tendencias modernas que optaban por centrarse en los restos hallados sin aspirar a «reconstruirlo» a partir del modelo canonizado por los clásicos. Por ello, el erudito se dedicó a recopilar la descripción de todos sus hallazgos, de cada inscripción latina o hebrea que iba descubriendo.

De vuelta a Irlanda

Conyngham se llevó con él todos aquellos apuntes cuando regresó a Irlanda en el verano de aquel año desde tierras francesas. Tal vez, cargó en el equipaje algunos proyectiles de honda con inscripciones griegas supuestamente de Sagunt que hoy se encuentran en el British Museum.

Nada se conserva de aquellos estudios, ni él mostró gran interés por publicarlos. Sin embargo, el 19 de diciembre de 1789 disertaría sobre sus descripciones del teatro romano de Sagunt en un discurso ante la Real Academia Irlandesa. Un año más tarde la conferencia se publicaba en las actas de aquella institución. Y de este modo William B. Conyngham se convirtió en el primer extranjero que escribía sobre los restos de Sagunt.

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