El edificio que iba a acoger el nuevo Ayuntamiento de Alfara de la Baronia y el museo etnológico lleva cerrado más de seis años. Este inmueble es una de las tantas obras ambiciosas que desarrolló el gobierno de José Terrádez (PP) durante su mandato político, tras el boom urbanístico. Costó cerca de 200.000 euros pero sigue sin uso dado su «alto coste en mantenimiento», que en estos momentos no puede afrontar la administración local, según explicaba a Levante-EMV el actual alcalde, Carlos Herrera (PSPV).
Éste no es el único gran proyecto inacabado de los populares. Otra de las grandes obras presentadas fue la ciudad deportiva educativa que acogería un trinquete de última generación valorado en casi 700.000 euros. Esta infraestructura deportiva nunca llegó a realizarse, sí la piscina, que formaba parte de este macroproyecto, que contemplaba además un colegio y un local multiusos pegado al trinquete para la práctica de otros deportes, de los que sólo está el terreno.
Este macroproyecto ascendía a más de un millón de euros, más del doble del presupuesto de Alfara, que el alcalde popular aseguró que desarrollaría con subvenciones y ayudas.
Casa de cultura
Ahora aquel trinquete se transformará en una casa de cultura que tenía previsto iniciar su nueva fase el pasado febrero. Por ahora, se han invertido 150.000 euros en la primera fase y se destinarán otros 150.000 en la segunda que dejará el inmueble construido, unas obras realizadas con fondos de la Diputación de Valencia correspondientes a los planes provinciales.
Respecto al edificio que iba a destinarse a ayuntamiento y museo etnológico, Herrera dejaba claro que por ahora, y en lo que queda de mandato, el edificio mantendrá sus puertas cerradas. Sin embrago, dejaba una posibilidad a poner en marcha el museo etnológico que se ubica en la planta baja, la próxima legislatura, lo que condicionaba a obtener posibles subvenciones y a los resultados electorales, si mantiene la alcaldía. También explicaba la necesidad de intervenir en el inmueble, ya que éste no se adecúa a contenedor cultural, decía, puesto que sus grandes cristaleras suponen una amenaza para las piezas que pudiera albergar. «Tendríamos que colocar estores o persianas que evitaran la entrada de luz solar que pudiera dañar las piezas».
