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Tribuna

80 años del asesinato de «la Jabalina»

Era el 8 de Agosto de 1942, a las 6 de la tarde, hace ahora 80 años, cuando fusilaron a María Pérez Lacruz «La Jabalina» por unos crímenes que no había cometido.

La habían condenado a muerte en un Consejo de Guerra sumarísimo diez días antes sin el más mínimo respeto a la legalidad del Código Militar ni al honor, preparación jurídica e imparcialidad que se debe suponer en un Tribunal Militar. Todos sus miembros se deshonraron totalmente participando en una farsa que supuso el asesinato de una joven mujer inocente.

Todo empezó otro 8 de agosto, pero de 1936, cuando se formó y salió hacia el frente de Teruel la Columna de Hierro. Días después, María de 19 años, y otras amigas salieron del Puerto de Sagunto para incorporarse a esta Columna para defender la República.

Los encontraron en Sarrión y pocos días mas tarde, apenas una semana, María fue herida en una batalla en Puerto Escandón. Trasladada al Hospital General de Valencia fue operada de urgencia y dada de alta el 24 de diciembre de ese año y ya no volvió al frente.

Perdida la guerra empezaron las delaciones y los problemas para todos los vencidos. María volvió al Puerto desde Cieza donde se había trasladado parte de la fábrica de armamentos. No había hecho nada y nada temía, pero...

Empezaron las cobardes delaciones. Sólo dos vecinos la denunciaron. Miguel Sánchez Francés, la acusó de haber intervenido en la quema de la Iglesia y de tener un carácter libertino. Peor fue la denuncia de Cesáreo Larrabeiti Eguidazu que la acusa de haber ido a la Columna de Hierro, vestir de miliciana....y acaba diciendo que «se supone», intervino en crímenes en Sarrión. Esta suposición fue la causa de todo.

Larrabeiti era un telegrafista que pronto sería un falangista nombrado Delegado de Información e Identificación y que fue el que más delaciones presentó ante la policía. Su «patriotismo» le llevó en 1941 a enrolarse en la División Azul. En Agosto de 1942, casualmente cuando fusilaban a María en Paterna, escribió una carta al Rector Mayor de los Salesianos, de donde era alumno, diciendo que, como voluntario de la División Azul, estaba en Rusia, «en la cruzada contra los enemigos de Dios y de la Iglesia». Así era Larrabeiti.

Expediente. Cuando el juez instructor conoce estas acusaciones, las de los órganos oficiales y la policía, le abre expediente por «auxilio a la rebelión» que equivalía a decir que no era acusada de nada importante.

Como «se suponía» que había cometido crímenes en Sarrión, se pide informe a la Guardia Civil de esta ciudad. Pasa un mes sin que hay informe y el juez instructor repite su exhorto de forma más enérgica.

En la Causa General de Sarrión hay centenares de denuncias por crímenes y tropelías en ese pueblo. Se relatan con gran detalle los hechos ocurridos según los denunciantes y en ningún momento aparece el nombre de María.

La Guardia Civil tampoco encontraba a nadie que la conociera hasta que el cabo Aquilino Gomez Rodrigo informa que «después de haber hecho repetidas gestiones», se ha podido encontrar a un detenido que sabe cosas de María. Él no era un cabo cualquiera, también era un «patriota» que hacia lo que fuera para cumplir su trabajo y obtener declaración de los detenidos a su cargo.

Su nombre lo encontramos entre los 28 guardias Civiles que defendieron heroicamente el Cabezo formando parte de La Calavera un grupo selecto de la Guardia Civil que intervenía en los lugares mas peligrosos como unidad de choque. Los 28 guardias, incluido Aquilino, fueron ascendidos a cabos.

El detenido era El Rebollo un miembro de la Columna de Hierro en prisión desde el primer momento y que se dedicaba a confirmar y decir todo lo que sus interrogadores querían empleando convincentes métodos de interrogatorio. El cabo Aquilino consiguió que le dijera que sí a todo lo que le preguntaba y no consiguió que El Rebollo denunciara a María por la muerte de Mola o Sanjurjo porque no se lo preguntó. A pesar de su colaboración, El Rebollo también fue fusilado.

La acusación de El Rebollo estuvo 3 años en manos de jueces de toda clase, auditores fiscales, cabos, sargentos, capitanes generales y muchos más, pero todos dieron por probados los hechos sin haber hecho la más mínima comprobación. De nada más se la acusa. Sólo de lo que dijo El Rebollo.

El abogado defensor, el capitán Angel Barrachina, aportó pruebas escritas del director del hospital indicando que María había estado ingresada desde el 23 de agosto hasta el 24 de diciembre por lo que no podía haber cometido ninguno de los crímenes que la acusaban. El «honorable» tribunal no hizo ni caso. En pocos minutos se celebró el Consejo y su presidente el coronel de caballería Loygorri, otro «patriota», que ni sabía ni quería saber nada de leyes ni lo necesitaba para condenar a muerte, dictó la sentencia que ya le había sugerido el cabo Aquilino desde Sarrión tres años antes. Todos los testimonios que se presentaron a favor de María no sirvieron para nada y 10 días después era fusilada, asesinada.

Sin Larrabeiti, el cabo Aquilino, y el coronel Loygorri, María aún estaría entre nosotros. Intervinieron muchos más a lo largo de los tres años que van desde su primera detención hasta su ejecución, pero sin los tres citados es posible que todo hubiese sido diferente.

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