Un estany que vessa de Juma Barratxina

Un estany que vessa empezó a escribirse como un acto de pura irracionalidad. A su autor, no lo salvaba ninguna imagen, ningún verso, y tomó la forma de los alejandrinos para contener el exceso y el más allá de cualquier de los más allá permitidos. Entonces empezó a explicar qué veía: las horas, freídas, un muerto que el visita cuando cierra la tienda, amigos, *eremites, profetas… El libro tiene un punto de inflexión: el encuentro con la poesía persa, que es el camino particular del autor para reencontrarse con la propia tradición y una comunidad de sentido, a través de un viaje a las tumbas de los poetas iraníes. Finalmente, un pliego más interior lo lleva a pasar cuentas con la incapacidad del yo para salvarse y con el anhelo de una fe que pueda religarnos con el presente y el sentido íntimo de cada cosa. El óleo, como grasa y como perfume, es el eslabón que el libro.

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