Juanjo Mena, director

Kari Kriikku, clarinete

Kaija Saariaho (1952) Circle Map (2012) 24’

Morning Wind

Walls closing

Circles

Days are Sieves

Dialogue

Day and Night, Music

Kaija Saariaho (1952) D’om le vrai sens (2010) 35’

L'Oüie

La Vue

L'Odorat

Le Toucher

Le Goût

A mon seul Désir

Circle map (2012) es una pieza que parte de poemas de Rūmī, el místico persa del siglo XIII. La abstracción y sugerencia de los textos encaja bien con la búsqueda de un sonido atmosférico, oscuro y frágil, habitual en el lenguaje de Saariaho. El primer texto, “Morning Wind” comienza hablando de cómo se “expande” el olor de ese viento matinal. La orquesta traza ese vaivén pero también la amenaza de lo efímero, pues el poema concluye diciendo: “respira antes de que se vaya”: ¿Se refiere al viento o a la propia vida? También se encuentra el carácter metafórico en su trabajo en el tercer movimiento, “Circles” [Círculos]: el propio sonido parece que gira sobre sí mismo, marcando así el centro –como sugiere el poema–. El segundo movimiento y poema “Walls closing” es el boicot de la melodía inicial en el viento metal: una creación de la claustrofobia que esconden los versos (“si no te veo, siento que las paredes se cierran”). El cuarto movimiento convierte a la orquesta en un caleidoscopio, en el “tamiz del espíritu”: se cuela la luz entre la oscuridad solo en ocasiones. La masa sonora parece que deja entrever el puntillismo en el quinto movimiento: es un espejismo. Lo pequeño queda poco a poco subsumido por lo enorme. La obra concluye como el propio poema. Se disuelve, poco a poco, como hilos de un telar de los que vamos tirando poco a poco: de nuevo, ¿Cómo en la propia vida?

Vuelven las telas: Los tapices medievales La dama y el unicornio, tejidos en el siglo XVI, dan vida a D’om le vrai sens. Son seis tapices centrados en los cinco sentidos sensoriales y el sexto sentido, descrito como “A mi único deseo”, cuya interpretación es aún un tema de debate, pues la cuestión es si habría algo que no se capta ni sensorialmente ni racionalmente. El clarinete se relaciona con la orquesta obedeciendo, así, lo sugerido en cada uno de los tapices. En el primer movimiento (escucha) el clarinete trata de emerger, para ser oído, tanto en la composición como en el propio espacio. Como para asegurar su rol, el segundo movimiento parte de lo contrario: la orquesta trata a duras penas de “ser vista” tras el solista. El tercer movimiento trata de ser tan volátil y abrumador como el olor, de ahí las capas sonoras que mutan rápidamente, algo que se trabaja de nuevo en “El gusto”, aunque con más picos de intensidad. El cuarto movimiento es explícito con el sonido de la materia de los instrumentos: es una forma de hacernos “tocar” el sonido. El último movimiento es tan enigmático como su referencia. Saariaho confiesa que piensa al clarinetista como un unicornio: es el sonido fuera de sí, una aparición de lo extraordinario.

Marina Hervás