El balcón del Garbí es, sin duda, sinónimo de transparencia. Lo que se contempla desde su ubicación privilegiada es, simple y llanamente, lo que hay: agua hasta el infinito, carreteras que se cruzan, bruma, campos de naranjos, contaminación.... Su cercanía a la capital la ha convertido en una de las rutas más queridas por los amantes del senderismo y por ella queríamos empezar en esta nueva aventura de Levante-EMV. A pocos kilómetros del ‘cap i casal’ uno accede a una naturaleza inquebrantable, a pesar de las múltiples heridas que la mano humana ha provocado. Al Garbí se puede acceder desde dos localidades: Serra o Torres Torres. La CV-310 es la encargada de llevarnos hasta lo alto del puerto de montaña del Oronet, donde se puede encontrar el desvío asfaltado hacia Barraix/ Garbí/ Segart, al final de cual comienza la ruta - sencilla, de 1’5 kilómetros que se pueden realizar en apenas una hora con comodidad- y se puede estacionar el vehículo.

Nuestro objetivo es el mirador pero, a pocos de la partida ya podemos observar ante nuestros ojos el primer espacio a destacar de la marcha: el Pla del Garbí, una extensa zona donde -a causa de un incendio- se hace más que visible la ausencia de estrato arbóreo y donde destaca la presencia de la vegetación regenerada. Frente al Pla del Garbí ya se vislumbran la Mola de Segart y el Golf de València. La ruta no tiene pérdida. Acompañados por una vegetación propia, las señales son nuestro mejor guía

Mirador del garbí.

Siguiendo nuestro camino nos encontramos con dos motivos importantes para descansar. Por un lado, un espacio recreativo pararelajarse y tomar fuerzas y, por otro, la Ermita de la Santa Creu, de construcción actual y que sustituye a la edificada en 1787, que también fue hospedería hasta los inicios del siglo XX. Vale la pena tomarse unos minutos y respirar, el paisaje bien lo vale. Rodeado de peñascos y cortados , el mirador del Garbí abre al caminante el telón de un escenario imponente: el mar Mediterráneo, el Valle del Palancia, València -tan cercana y tan lejana al mismo tiempo- pero también la Serra d’Irta, el cap de Sant Antoni y, los días más limpios, hasta las Columbretes. Llentiscle, brezo, arboços o madroñós y vegetación joven replantada tras el incendio acompañan al visitante a su vuelta al inicio de la ruta. El color rojizo de la senda no da lugar a pérdida alguna. Con apenas 1’5 kilómetros, esta escapada al Garbí proporciona beneficios para el cuerpo y para el alma, agradecida por el silencio y la belleza del paisaje.