La belleza se esconde en las cosas sencillas.Es una afirmación contundente, y no siempre justificada, pero a menudo certera, fácilmente comprobable en los gestos más ingenuos de nuestro día a día. Así es el Jardín de las Hespérides, acomplejado por el gran JardíBotànic de València, del que le separa un pasaje. Este rincón discreto es un tesoro paisajístico y una oda a la mitología. 

Evoca el mito de Hércules. Se cuenta que la diosa Gea regaló unas manzanas de oro como obsequio en las bodas de Zeus y Hera, frutos que fueron plantados en su jardín, y se confió la custodia de las mismas a un dragón de cien cabezas y a las tres Hespérides, llamadas Hespertusa, Egle y Eritia. Estas tres damas eran las encargadas de cuidar los jardines, con la ayuda de un dragón, y desesperadas por perder las manzanas de oro, se transformaron en árboles: un álamo, un olmo y un sauce. Estas tres especies se encuentran en los poco más de 4.000 metros cuadrados de jardín valenciano. 

La vegetación convive con las representaciones mitológicas. Hay esculturas a lo largo del jardín, como la diosa Venus, o el propio Hércules e incluso una figura femenina en bronce que representa la transformación de la Ninfa en un árbol. A todas las acompaña el agua, y la inmensa variedad de especies arbóreas convive con el árbol de los frutos de oro, las esculturas de las ninfas y su metamorfosis en árboles, la escultura del héroe o el fantástico dragón convertido en serpiente son algunos de los iconos más visibles que conviven con la flora de este recoleto jardín, que mezcla realidad y ficción.

Sin embargo, más allá de la versión onírica de este jardín, y tras los cipreses, sale la otra idiosincrasia de este lugar. Hay más de 50 clases de cítricos, algunas de ellas completamente olvidadas o dejadas de cultivar. 

Hay cidro, limonero, mandarino, naranjo dulce, naranjo amargo o pomelo, cultivados de todas las formas posibles ideadas en la huerta valenciana. El naranjo era, de hecho, el elemento fundamental de los huertos en tiempos de Alfonso el Magnánimo.

Sin embargo, no es este el ejemplar más curioso de este lugar. El tesoro de este jardín urbano se muestra en un lugar más apartado, rodeado de canales que simulan las acequias árabes. Es el árbol Ginko, conocido como el árbol de los cuarenta escudos, que está considerado como ejemplar escaso en el mundo, con orígenes prehistóricos, incluso en el Lejano Oriente.