Tenemos cuatro días libres y miramos el mapa de Castilla – La Mancha. Tenemos ciudades Patrimonio de la Humanidad como Cuenca y sus famosas Casas Colgadas o Toledo con su Catedral y su Alcázar, también siete Parques Arqueológicos con algunos de los yacimientos más antiguos de España y otros espacios inigualables como Almagro o Sigüenza. Castilla – La Mancha es uno de los territorios de Europa con mayor número de Reservas Naturales y los Parques Nacionales de las Tablas de Daimiel o el de Cabañeros son reclamos incomparables, del mismo modo que lo son los inmensos viñedos de Valdepeñas o Tomelloso. Con tantas opciones es complicado y, al mismo tiempo, emocionante elegir. Después de saborear mentalmente sus paisajes decidimos poner el foco en la rica provincia de Albacete. Allá vamos.

Día 1

Comenzamos fuerte dirigiéndonos a uno de los pueblos más impactantes que mis ojos han visto: Jorquera. Situado en lo alto de un meandro del río Júcar, la espectacularidad de sus vistas se obtienen tanto admirando el propio pueblo desde fuera como, desde la localidad, oteando el incomparable horizonte que le rodea. Es otoño, por la mañana, y los tonos marrones y rojizos abruman al poco verde que resiste al frío. El ruido del río, combinado con la neblina nos dejan perplejos y con ganas de recorrer los acogedores rincones de esta poblada atalaya natural.

Jorquera tiene un encanto extraordinario con sus casas ensambladas en el corte de la piedra del cañón del Júcar. También el paseo por sus calles nos recuerda que este es un lugar en el mundo especial: posee una fortaleza con varios recintos defensivos -con zona cristiana y época almohade-, también una torre -Doña Blanca-, la parroquia de la Asunción -gótica con elementos renacentistas- del siglo XVI y la casa barroca del Corregidor. Son ejemplos de que la riqueza cultural está a la altura de la genialidad de su naturaleza.

Deslumbrados por este icónico lugar, antes de que anochezca nos dirigimos en poco más de 20 minutos a Casas Ibáñez, con su famosa Iglesia de San Juan Bautista. Este bello paraje de la Terrera es ideal para la práctica de la pesca de la trucha, aunque nosotros apostamos por degustar la presa en el plato. Javier Sanz y Juan Sahuquillo son dos jóvenes cocineros de allí, de Casas Ibáñez, que con su pasión y la tradición de su tierra han llevado a su restaurante Oba (dentro de Cañitas Maite) a tener una estrella Michelín. Dicen de su restaurante que allí se cocina el tiempo, y no les falta razón.

Puente de pasarela de madera, Parque Nacional Tablas de Daimiel Shutterstock

Oba es un gran ejemplo de la evolución de la tradicional cocina manchega. En Castilla – La Mancha hay once restaurantes con estrella Michelín, que van desde los famosos El Bohío o Raíces -de los ‘masterchefs’ Pepe Rodríguez y Carlos Maldonado, respectivamente-, a los que tienen dos estrellas: Iván Cerdeño y Maralba, este último situado también en Albacete, concretamente en Almansa. Si nos guiamos por los soles de Repsol encontramos hasta 25 restaurantes por toda la autonomía y algunos más que se han convertido en auténticos Embajadores de la Raíz Culinaria de Castilla – La Mancha. Se nota que fue en Castilla-La Mancha donde se imprimió el primer recetario de cocina en español del mundo, en 1525.

Medio siglo después, esa pasión por los fogones no ha decrecido, al contrario, y para comerse unos gazpachos manchegos no hará falta ir a algunos de los restaurantes premiados como los mencionados anteriormente. ¿Gazpacho en este tiempo? Los típicos gazpachos manchegos son guisos caldosos servidos caliente con torta cenceña manchega troceada y acompañado por carne de piezas menores como el conejo, pollo, liebre o perdiz y, en algunas ocasiones, acompañadas por setas o caracoles. Una delicia que entra de maravilla durante estos días de ensueño por rincones mágicos de Albacete.

Día 2

Nos despertamos y vamos tras las huellas borradas de la historia para llegar, 20 minutos después de salir de Casas Ibáñez, a Alcalá del Júcar. Sin duda, estamos ante uno de los pueblos más espectaculares y pintorescos de la región, declarado en 1982 Conjunto Histórico Artístico. Nuevamente el Júcar moldea de manera impecable y excepcional el paisaje y vuelve a recordarnos la necesidad de detener la marcha para poder contemplar lo que perciben nuestros ojos con toda su grandiosidad.

Su peculiaridad, unido a la arquitectura y monumentos como su castillo árabe, que lo preside todo, hace que Alcalá del Júcar forme parte de la red de Los pueblos más bonitos de España. Su hermoso puente del siglo XVIII sobre el río ofrece otra postal increíble de este paraje. Y antes de abandonar esta zona no nos podemos ir sin visitar alguna de las bodegas de la enorme Ruta del Vino de La Manchuela, que abarca la parte noreste de Albacete y la del sur de Cuenca.

De La Manchuela es procedente la uva autóctona bobal, la estrella de esta tierra que la convierte en única el crecer entre las hoces del Júcar y del Cabriel. Además de visitar bodegas, vamos a disfrutar de una jornada de campo diferente dando un paseo en carruaje entre viñedos. Definitivamente, toda esta zona es el lugar donde se junta el vino, la naturaleza y la gastronomía, además de la cultura de sus pueblos.

Día 3

A poco más de 40 minutos del idílico Alcalá del Júcar y sus viñedos, llegamos a Almansa. Aquí no sólo despertaremos nuestros sentidos a través del mencionado restaurante de dos estrellas Michelín de Fran García, Maralba, también mediante su famoso castillo, considerado uno de los más hermosos de España y encaramado sobre el Cerro del Águila. El Castillo de Almansa sirvió de fortaleza fronteriza entre los reinos castellanos de Castilla y Aragón y el reino musulmán de Murcia y actualmente es la excusa perfecta para acudir allí y visitar otros monumentos como la Casa Grande, el Palacio de los Condes Cirat, la Torre Grande o el Museo de la Batalla de Almansa, con tres salas interactivas donde se descubren todos los detalles de aquella jornada que cambió la historia de España y que marcó un hito en el destino de Europa, a la altura de otras como las de Waterloo o Normandía.

Tras digerir la batalla que dio forma a Europa tenemos tiempo para enjuagarnos el paladar en una de las seis rutas del vino de Castilla – La Mancha, la Ruta del Vino de Almansa, que discurre entre la mencionada localidad, además de Alpera, Higueruela y Hoya-Gonzalo. Estamos en la zona más oriental de la región y nos encontramos caldos con sabores levantinos y de garnacha tintorera. Sabores fronterizos que se pueden degustar en bodegas rodeadas de cálidos alojamientos y excelentes restaurantes.

Día 4

Dejamos el olor del Levante para conducir durante poco más de una hora hasta el Parque Arqueológico del Tolmo de Minateda, en Hellín, que nos hará abstraernos de nuestra cotidianidad con este asentamiento humano de dilatada adscripción cultural que arranca en la Edad de Bronce y llega hasta el siglo XX.

A una hora aproximadamente, hacia el norte, nos dirigimos a la capital, Albacete. Con poco más de 100.000 habitantes es la localidad más habitada de la provincia y aunque no estemos en fechas de su famosa Feria de Albacete -Fiesta de Interés Turístico Internacional, que se celebra del 7 al 17 de septiembre-, comprobaremos rápidamente la alegría y el bullicio que despierta esta moderna capital. También respiraremos tranquilos siendo la localidad de Europa de más de 100.000 habitantes que presenta la menor contaminación de toda Europa.

Museo de la cuchillería Shutterstock

Paseamos por el sorprendente y elegante pasaje de Lodares, construido a imagen y semejanza de las galerías comerciales existentes en Italia. Su cubierta de hierro y cristal nos recuerda a la famosa de Milán, aunque allí no hay posibilidad de disfrutar culinariamente de lo que Albacete nos ofrece, como por ejemplo el ilustre restaurante Ababol, con el chef Juan Monteagudo con estrella Michelin. Además, en pocos metros cuadrados podremos disfrutar de la preciosa Catedral -una obra de estilo Renacentista-Barroco-, así como del Museo Provincial o el conocido Museo de la Cuchillería. Si las navajas y cuchillos más famosos del mundo son de Albacete, en este espacio nos cuentan por qué.

Con tierra roja en la suela de nuestros zapatos, nos volvemos a montar en el coche para regresar a casa mientras escuchamos el ruido en el maletero de alguna botella de vino rodando. Nos llevamos también porciones de diferentes quesos de la zona y unas navajas con las que saborearemos este lácteo en casa, mientras recordamos las paradas, aromas, paisajes y sabores de esta entrañable tierra que tenemos tan cerca de casa.

El placer, el despertar de nuestros sentidos, el arte, la gastronomía y un imborrable recuerdo: Albacete.

Más información en Turismo de Castilla – La Mancha.