¿Qué dirían si les propongo un juego? Una princesa es raptada por una banda criminal, ustedes, como ciudadanos y conocedores de la relevancia simbólica del cargo y la avidez de la prensa en sus países deben elegir entre dos opciones: no ceder ante los chantajes de la banda y dejar morir a la aristócrata, o bien, salvarla y aceptar cualquier demanda que pidan. Cualquiera que sea. Ese es el argumento con el que parte el primer episodio de Black Mirror, una de las series revelación de la «Era Internet», cuyo éxito se basa en plantear un sinfín de juicios morales que son más que reveladores.

La producción, creada por Charlie Brooker, gira en torno a cómo la tecnología podría cambiar nuestras vidas en un futuro. Lo que se propone es hacer reflexionar al espectador sobre nuestra propia naturaleza, a la vez que reflejar esa realidad «premonitoria» en un espejo, uno muy negro. «El espejo al que alude el título es aquel que encuentras en cada pared, en cada escritorio, en la palma de cada mano: la pantalla reluciente y fría de un televisor, un monitor o de un teléfono inteligente», afirmó Brooker en su día.

Cada capítulo narra una situación diferente a la anterior con diferentes actores y directores. Este mes, la producción lanzó su tercera temporada de seis capítulos (el doble de lo habitual) a través de Netflix, que logró hacerse con los derechos de la serie británica el año pasado. Esta entrega cuenta con un elenco de altura, con la participación de Bryce Dallas Howard (Criadas y señoras), Jerome Flynn (Juego de tronos), Michael Kelly (House of cards) o Kelly MacDonald (Boardwalk Empire). Una de las novedades de esta temporada es que el creador se remonta incluso a los años 80 para hacer su particular crítica a la sociedad tecnológica de la mano del director Owen Harris.

La serie ya ha renovado por una cuarta temporada con Netflix, para la que han fichado a Jodie Foster para la realización técnica. La todopoderosa empresa de streaming se enfrenta a un reto al dominar completamente la producción, ya que ésta cuenta con un buen séquito de seguidores, que, como amantes de las series y el cine, son algo «puristas» con los detalles, por lo que más le valdrá a Netflix no cambiar la dirección «profética» de la producción, aunque ésta choque con su fructífera filosofía.