La uva Cariñena persiste en la incógnita de su origen pese a dar nombre también a esa ciudad de la provincia de Zaragoza. Todo parece indicar la ascendencia aragonesa, pero de lo que no hay duda es de la antigüedad de su estirpe dado lo distribuida que está por todo el mundo y su variedad de sinónimos, como Mazuelo, Samsó, Crujillón o Carignan.

Es una casta de vid dura, de ciclo largo, que se adapta bien en terrenos pobres, rocosos y con escasa pluviometría. Su cultivo se vio incrementado a finales del siglo XIX, llegando a ser la varietal más plantada en Francia por sus altos rendimientos. Pero cuando el excedente de vino se convirtió en un problema se promocionó su arranque de manera masiva.

Aunque es una varietal de difícil manejo por su alta acidez y astringencia, Tomàs Cusiné elabora un monovarietal de Cariñena de la Finca Barqueres, una parcela de 1,3 hectáreas en El Vilosell (Lleida). Un vino elaborado con habilidad y saber hacer para orientar su frescura asilvestrada hasta conseguir un vino apuesto y desenfadado, sin necesidad de otras uvas que suavicen su carácter. El entorno que lo acoge es un paisaje agreste a más de 700 metros de altitud entre sierras donde crecen pinos y carrascas, alternados con cultivos en los valles de almendros y olivos.

El Finca Barqueres 2016 es de color picota de capa media-alta y ribete que todavía presenta matices violáceos. En aroma sobresalen alegres recuerdos a frutos rojos, lácteos, suaves notas especiadas, con toques florales de plantas aromáticas y lavanda. En el paladar es fresco, de fácil entrada, cuerpo medio y con taninos maduros y vivos que le dan cierto encanto rústico, buen equilibrio entre la sensación frutal y los tostados y suaves amargos de la crianza. Un vino resuelto, que incita con una sonrisa a seguir bebiendo.