En la sociedad mediática que habitamos, en múltiples ocasiones -cada vez más-, el hecho existe aunque no llegue a suceder. Es decir, que, por su propia dinámica, los medios transforman la apariencia en algo real. La realidad se presenta así disfrazada, o se construye una distinta, ficticia, sin vínculos con aquella. ¿Hubo realmente una candidatura del batallador Perelló para enfrentarse a Rubio en las primarias de Valencia? Pues no se sabe. ¿Desea Pla adelantar las primarias autonómicas para cerrar un espacio apetitoso ante posibles rivales? Pues tampoco. ¿Nos hallamos en Valencia y alrededores ante esa sequía apocalíptica de otras zonas o sólo hay una sensación creada por los bombardeos de Canal 9 y de otros medios para, de paso, picotazo, ejecutar políticamente a los adversarios (políticos)? Es probable. ¿Será cierto que el modelo de financiación catalán perjudica enormemente a los valencianos, como nos machaca a diario el Consell, dotando de veracidad esa idea, o por el contrario resulta que nos beneficia, como sostiene el profesor Vicent Soler, puesto que acompañamos a catalanes y mallorquines en el furgón de cola del gasto público y contamos con una renta per cápita inferior a la media? Los políticos -unos más que otros- juegan a generar conflictos inexistentes, y al hacerlo, contribuyen a crear un clima de apariencias con grave desprecio hacia la verdad. ¿Las 50.000 personas que reunió Coalicio Valenciana y difundió en su publicidad eran físicas o virtuales? La sociedad comunicacional constituye un agujero cósmico donde cabe todo: cualquier peripecia dialéctica con signos de verosimilitud se da por verdadera. ¿La apoyan los hechos? No hace falta. El entramado es perfecto, y la propaganda y su difusión bastan para objetivar una circunstancia y hacerla creíble. ¿Hablamos del trasvase del Júcar desde la azud de Cullera? ¿De las imposturas de unos políticos -unos más que otros- para no contradecir su posición, cuando se les desmonta su linea argumental?