El próximo martes teníamos la cita anual en mi casa. Una cena con amigos en la que compartíamos inquietudes y esperanzas de nuestra querida Iglesia Valentina. Tampoco olvidábamos a Roma y otros lares…Disfrutar de la conversación con Don Rafael era un auténtico privilegio. Sus palabras, con la sorna y la ironía alcoyanas, siempre certeras y oportunas. Admitía todas las preguntas —hasta las más comprometidas— pero sus respuestas, siempre claras y sin fisuras. «Soc bisbe», sucesor de los apóstoles, me decía. Su adhesión al Magisterio era absolutamente inquebrantable, pero su visión pastoral le permitía siempre abrir puertas y ventanas. Hombre del Concilio Vaticano II hasta la médula, aunque le gustaba decir, de vez en cuando, «soc un retor carca». Formado en la sana teología y en la escuela del sentido común. Ahora, Don Rafael, disfruta del banquete en la Jerusalén celeste y goza de la verdad eterna. Muchos sacerdotes de esta Diócesis sentirán una profunda orfandad. Su paso por el seminario y su tarea episcopal, sin duda, le convirtieron en un auténtico padre para muchos de ellos. También en la época del gobierno socialista de la Comunidad Valenciana supo encontrar los mejores caminos para armonizar los intereses de la Iglesia con el poder político. Un ejemplo de diálogo respetuoso y sin pasteleos. Cada uno en su sitio. Antes de la llegada de Don Carlos Osoro era «vox populi» que se sentía represaliado. ¡Triste! Pero el nuevo Arzobispo ha sabido devolverle fraternalmente su dignidad episcopal. «Siente libre» es lo primero que le dijo. Sus achaques y limitaciones ya no le permitían realizar muchas tareas, pero disfrutábamos de su magisterio y clarividencia en la revista Cresol.¡Descanse en paz! Don Rafael era un «bon home de este terra».