A Sarkozy le preocupa su estatura. Física, que de la de estadista parece no tener dudas. Sin embargo, la historia de Francia está tallada por obras de algunos pequeños hombres que resultaron ser grandes gobernantes. Quizás el más significativo sea Napoleón, pero tampoco conviene olvidar a Mitterrand, que como el emperador, dejó su huella indeleble en la fisonomía de París. Ahora, el actual inquilino del Elíseo, a falta de grandes mausoleos que construir, promete también dejar un profundo recuerdo, pero con los recortes al Estado del Bienestar a que se están viendo obligados los gobernantes europeos.

Puede consolarse, en todo caso, pensando en que la huella de los gobernantes franceses contemporáneos parece ser inversamente proporcional a su talla física. Si se exceptúa al general De Gaulle, cuya llegada al poder, en todo caso, tampoco es motivo de orgullo, dos larguiruchos como D´Estaing y Chirac no dejaron el pabellón precisamente alto. Y además, él tiene a su lado en el retrato a Carla, como el emperador tuvo a Josefina.

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