El 27 de septiembre se conmemoró el 70 aniversario de la muerte de Julián Besteiro y es nuestro deber contribuir a mantener viva la memoria de quien fue presidente del PSOE y de la UGT, sucediendo a Pablo Iglesias, y también presidente de las Cortes de la Segunda República. Besteiro murió en la cárcel franquista de Carmona y su informe médico señalaba que murió por septicemia, pero esto enmascaraba que en realidad murió por desidia y desatención médica. La pena a muerte con que fue condenado no se conmutó, sino que la bala fue sustituida por un lento envenenamiento de la sangre. Según su sobrina Carmen de Zulueta, fallecida este año, «Franco quería borrar todo recuerdo de Besteiro». Si la muerte de Julián se aprecia como una muestra de crueldad franquista, su juicio es un paradigma de la «injusticia de la dictadura». Nada se puede reprochar a la defensa hecha por Ignacio Arenillas de Chaves, marqués de Gracia Real, con sólo 28 años. Un testigo de excepción de aquel juicio, otro joven de 22 años llamado John Fitzgerald Kennedy, que en 1961 se convertiría en presidente de los Estados Unidos de América, en una conversación con José Félix de Lequerica, embajador de España en la ONU, le comentó que la defensa de Besteiro le había parecido excelente, y consiguió que la condena a muerte se transformase en 30 años de prisión mayor. Arenillas murió en 1972 y cuatro años después su hijo pudo publicar El juicio de Besteiro, libro que se complementa para tener una visión más viva del juicio con la obra teatral Proceso a Besteiro, de Manuel Canseco.

El juicio sumarísimo número uno a Besteiro debe ser anulado porque la base en que se sustenta —«adhesión a la rebelión militar»— es plenamente nula y no cabe más reparación que la anulación. De éste y de todos los juicios sumarios realizados por el franquismo, en total unos 300.000 hasta 1963 en que se desmanteló el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Así lo solicitó en el año 2003 la diputada socialista Amparo Valcarce con el argumento de que «el Gobierno franquista era ilegítimo y los tribunales franquistas eran ilegítimos, por tanto, todas las sentencias dictadas por el franquismo eran ilegítimas». Y así lo reconoce la Ley de la Memoria Histórica y el debate suscitado por Baltasar Garzón.

Con ese ánimo y enorme afecto está en nuestro recuerdo Juliana Besteiro, fallecida hace un año. Concejala en Madrid y militante de las JSU con Santiago Carrillo, fue compañera de sueños y anhelos de mujeres jóvenes luchadoras, algunas de ellas conocidas como las trece rosas. A Juliana, el exilio la llevó a Castielfabib, en el Rincón de Ademuz, y el éxodo rural, al Puerto de Sagunto. Y siempre mantuvo vivo el compromiso socialista y estímulo por preservar la memoria histórica y trabajar por la anulación de dichos juicios de los tribunales franquistas.

Alcalde de Alcublas