Mi padre nos dejó cuando empezaba a apagarse la luz de los astilleros, yo me he hecho columnista de «gente de a pie» cuando el incesante navegar y los tiempos inciertos anuncian la decadencia de la prensa escrita. Esa debe ser la tendencia cuando los fascículos formativos de los viejos periódicos han sido sustituidos por cacharrería de vajillas y sartenes. Se ha quedado tan obsoleta esa frase de Régis Debray: «Los periodistas han sustituido a los intelectuales en el papel de gurúes».

El mes de octubre es propenso a la mitología, a mitos que se refieren al origen, mitos fundacionales. Para celebrar el décimo aniversario de la revolución, Stalin encargó a Sergei Eisenstein una película, Octubre. Las escenas con Trotski fueron inmediatamente suprimidas. Tenía quince años cuando convertí a Trotski en el héroe que reinaba en mi Camelot particular. Mientras los demás seguían a Stalin y a Mao, «claros triunfadores», tú ya te dejabas seducir por un perdedor que desaparecía de todas las fotografías. Mayor importancia y presencia oficial en aquellos tiempos tenía el 12 de octubre, hoy Fiesta Nacional de España y antes día de la Hispanidad, que todavía en muchos países iberoamericanos es conocida como la fiesta de la raza. Pero el mito que ocupó pronto los primeros planos fue el mito fundacional del nacimiento del Reino que vincula a Jaume I con la lengua que te enseñaron tus padres. Este 9 d´Octubre parece que la afluencia de gente ha sido menor, ha perdido brillo, no ha habido sorpresas en el transcurso de los actos institucionales y es que los mitos ya no son lo que eran.

Un 9 d´Octubre que ha sido el primero sin Joan Monleón entre nosotros, se fue el 28 de diciembre del año pasado. Los últimos tiempos llevaron a Monle a una especie de exilio interior, con sus DVD´s en su casa cerca del Mercado Central. Su culpa, el éxito de audiencia de un programa de entretenimiento en Canal 9. Monle ha sido el mejor showman valenciano del siglo XX. Sus películas con Escrivá, Berlanga, Carles Mira, Ventura Pons, Rafa Gassent. Su música con Los Pavesos. Sus éxitos en Radiocadena y Ràdio 9. Sus programas de televisión: El show de Joan Monleón, Dora Dora en TVE y Fem un pacte, que se rodaba en el Eslava también para Canal 9. Se fue sin recibir ningún premio oficial, ni a título póstumo, costumbre excesivamente presente entre nosotros. Unos meses antes de morir recibió un pequeño homenaje en el festival de cine en valenciano Inquiet, de Picassent.

«Adivina el campanari», decía Joan desde su programa de más éxito. Una tierra llena de campanarios y proclive a los mitos, una realidad a veces inviable, saturada de profetas y pasiones, exageradas hasta el delirio, en donde el pasaporte de valencianía o de progresismo se expedía desde diferentes lugares de la ciudad. Relativizar los mitos, tomarse más a la ligera cualquier teoría ajena, distanciarse de las cosas para que el sentido del humor nos permita respirar, aceptar la complejidad de nuestra sociedad y no buscar la piedra filosofal y la llave ni en el Estatut, ni en la lengua, ni en las banderas ni en el arco mediterráneo, ni en los trenes, porque el tren parece que se ha convertido en nuestro último mito. Somos especialistas en arrojarnos los mitos contra nosotros mismos como potentes bumeranes. Nos convendría ser más prudentes, sin ir más lejos Alberto Ruíz Gallardón pretende que el AVE permitirá «tener que hacer que Madrid y Valencia sean una ciudad continua».

Cualquier tren y cualquier llave simplifican. Tal vez nos iría mejor si entendiéramos que la identidad es siempre cambiante y abierta y más ahora en un mundo digital en el que es necesario adaptarse a la volatilidad. Siempre preferiremos la sangre de horchata a la limpieza de sangre, valorar más, por encima de la cuna y la esencia, los hechos y los actos y para mejor escuchar la complejidad tal vez sería necesario hacer como sugiere el musicólogo francés Peter Szendy: «Una cierta distracción ¿acaso no es una condición tan necesaria para la escucha activa como la atención total, estructural y funcional?».