Durante la pasada semana conocimos el insoportable desempleo en la Comunitat Valenciana (CV). Aunque el impacto de lo inmobiliario, de lo bancario y del exceso de insolvencias y corrupciones vividas dibujan un futuro especialmente duro, no podemos ignorar el marco global en el que se está dando la falta de empleo que sufrimos. Para evitar violencias, poco menos que bélicas, hay que empezar a intentar entender, por complicada que sea, la evolución que vivimos.

Empecemos por constatar el creciente debate que se está dando entre tecnólogos y economistas sobre el impacto que la digitalización puede tener sobre las dificultades existentes para crear y mantener empleos a ambos lados del Atlántico. Un tema a intentar valorar en clave de CV. En una sociedad de mercado globalizada no hay garantía alguna de que la oferta de empleos se pueda equilibrar con las personas que lo demandan. Con la dificultad que supone estimar estos parámetros, los analistas hablan de 3.000 millones, de una población mundial que supera los 7.000 millones, que hoy son aspirantes a un empleo aceptable (en cuya definición no existen grandes discrepancias) cuando la oferta sólo alcanzaría los 1.200 millones de tales empleos. Este balance globalizado tiene una lectura específica para cada región y desgraciadamente no es buena en el marco que nos afecta (CV/España/UE).

La relación entre empleo y crecimiento parece menos evidente de lo que hasta ahora se suponía. El efecto de lo digital no se da solo en la sustitución, a través de maquinas y robots, de trabajos físicos hasta hace poco tarea exclusiva de humanos bien preparados, que ha evolucionado hacía nuevas formas tanto en cómo fabricar, como en la distribución de lo fabricado. El efecto de la digitalización ya alcanza al reemplazo de humanos en tareas no relacionadas con lo físico (actividad bancaria, venta al por menor, burocracia administrativa...). Estamos viviendo la desaparición de empleos relacionados con la intermediación entre el fabricante o proveedor de servicios y el cliente o usuario. Las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC) automatizan, desintermedian y reducen costos y además dan lugar a la aparición de cadenas y redes de suministro global cada vez más complejas y geográficamente diversas. De hecho, lo digital supone cambios que, mas allá del propio sistema productivo, afectan al desarrollo de relaciones interpersonales nuevas. Estamos ante dos consecuencias inesperadas: el incremento de productividad que hace que el papel de lo laboral sea cada vez más reducido en el reparto de la tarta económica, dejando cada vez mas a gente fuera de ella; y la evidencia de que el sistema fiscal vigente no está en condiciones de recaudar lo que se conseguía cuando se razonaba en términos de una sociedad no interconectada.

Desde la CV, es evidente que, mas allá de los escasos puestos de trabajo que las TIC generan para algunos especialistas y desarrolladores de aplicaciones, la digitalización superpuesta a la economía física tradicional, tiene efectos sobre la desaparición de empleos. Algunas notas para el debate:

„ A pesar de que lo digital pone mucho valor a disposición de individuos y colectivos, este incremento no supone nuevos empleos remunerados, al menos en la CV. Lo digital crea un valor que en caso de ser remunerado sería inmenso, pero éste no es el caso. Obviamente no cabe reaccionar contra las TIC, sino debatir las consecuencias que este cambio tiene sobre algo tan básico como el empleo; un bien que se considera cada vez mas importante por su escasez.

„ Se registra un incremento espectacular en la capacidad de autoservicio del usuario, quien resuelve por sí mismo tareas que antes eran objeto de empleo remunerado de personas (fabricación, compra/venta, atención bancaria, periodismo, contabilidad, etcétera). El uso de las TIC hace desaparecer empleos hasta ahora profesionalizados al ser desempeñados de forma autónoma por el usuario.

„ La digitalización supone un impulso al proceso de globalización que entre otras cosas facilita la deslocalización, cuyas consecuencias sobre el empleo conocemos bien. El impacto de lo global sobre lo local se ha acelerado. Muchas personas que hasta ahora consideraban que tenían un empleo estable en su entorno residencial, observan que éste tiende a desaparecer en el seno de un planeta usuario de las TIC.

„ A pesar de tomar carta de cotidianeidad tareas que ni siquiera eran imaginables antes de la aparición de los digital (GPS, mensajeria, etcétera) su uso no ha supuesto la aparición perceptible de nuevos empleos. Nacidas desde la digitalización, estas aplicaciones no han generado nuevos puestos de trabajo acordes con el impacto que estos servicios en la vida cotidiana.

La revolución digital sería la tercera de las vividas desde mitades del siglo XVIII: la primera se basó en el vapor y el tren; la segunda, iniciada en 1870, incluiría la electricidad, el motor de combustión, el agua corriente, las comunicaciones, el entretenimiento y la industria química y petrolífera. El nacimiento de la correspondiente a las TIC sería 1960. Al estudiar las anteriores se acuñó el concepto de destrucción creativa, un proceso que tendría lugar en la economía de mercado donde nuevos productos y modelos de negocio destruyen a los antiguos en un proceso sucesivo y continuo. Todos los cambios anteriores tuvieron impactos radicales sobre el empleo, pero en paralelo a la desaparición de muchos puestos trabajo se registraban, a partir de las nuevas tecnologías, innovaciones donde nuevos empleadores soportaban el crecimiento. La pregunta que surge ahora es si en la revolución asociada a las TIC puede darse una evolución diferente a la detectada en las revoluciones anteriores en lo que al empleo en Europa se refiere. Nadie se atreve a contestar.

Dos notas a considerar: a) la destrucción creativa no se enunció globalmente, sino en el ámbito de Occidente, cuando ahora la digitalización afecta a 7.000 millones; b) en las olas anteriores, la obtención de mayor productividad era física, con sus inherentes lógicas de producción y comercialización de lo tangible, mientras que ahora estamos también inmersos en una transición hacía artefactos intangibles, que pivotan sobre la información, el conocimiento y los servicios (muchas veces casi gratuitos a pesar de su especialización). Mucho antes de que las TIC se vislumbraran, una cabeza bien amueblada, como la de Keynes intuyó que «estamos siendo afectados por una nueva enfermedad de la que quizá el lector no haya oído el nombre, pero del que se hablará mucho en los años que estan por venir, a saber, el "desempleo tecnológico". Esto significa que el desempleo debido a nuestros descubrimientos de maneras de economizar el uso de mano de obra, dejaremos atrás el ritmo en el que ahora podemos encontrar nuevos usos para el trabajo».

Quizás desde la CV/España/UE convenga informar de que personas inteligentes ya admiten la dificultad de mantener el concepto de empleo como ahora lo entendemos. Parece que habrá que hacer adaptaciones en el actual modelo de empleo, las semanas trabajadas, el contrato de trabajo, el sueldo mínimo y las garantías sobre determinados servicios públicos esenciales para mantener la cohesión social y los valores propios de la igualdad y la movilidad entre generaciones. Algo obviamente incompatible con la especulación propia de un sistema liberal.

Estamos frente a un proceso que añadido al cambio climático obliga a replantearse un nuevo modelo de desarrollo, un tema complejo que conviene abordar con urgencia. Parte de los servicios públicos que nos afectan tienen que ver con nuestra comunidad autónoma, otros con el Estado español y otros se perciben en el marco europeo. Es básico que hagamos una lectura pausada de lo que puede aguardarnos en clave de valencianos, españoles y europeos.